Cuando se practica cualquier ejercicio físico, la intensidad y la resistencia están directamente relacionadas con el momento en el que aparece la fatiga muscular. El hecho de intentar atrasar la aparición de este momento puede significar una mejora considerable en el rendimiento deportivo.
El rendimiento deportivo depende de un conjunto de factores como la técnica, las condiciones externas, la actitud psicológica y, lo más importante, la aptitud física. Cuando se quiere lograr una mejora física, lo que se pretende es aumentar la capacidad de producción de energía muscular.
La aparición de la fatiga muscular es debida, en gran parte, a la disminución de las fuentes de energía. En los deportes de larga duración, la aparición de los síntomas que indican el agotamiento del músculo tiene que ver con la cantidad de glucógeno que queda acumulado en la masa muscular. Cuando este combustible que tenemos en los músculos se va agotando, trabajan con menos eficiencia y afectan al rendimiento deportivo.
La moneda energética de los músculos se llama ATP. Cuando el ATP se metaboliza, se obtiene energía. En condiciones normales, el músculo dispone de una reserva de energía suficiente para soportar un tiempo limitado de actividad máxima. Cuando esta reserva se agota, el organismo activa otras vías metabólicas para lograr más ATP. La glucosa se activa al principio, luego, los hidratos de carbono, y por último –solo si el ejercicio es prolongado– los lípidos (grasas). El músculo, por lo tanto, acaba transformando este ATP en la energía necesaria.
Que nuestro organismo utilice más grasa o más glucosa/glucógeno como combustible dependerá, sobre todo, de la intensidad y la duración del ejercicio físico. El organismo utiliza más grasa cuanto más suave y prolongado sea el ejercicio; mientras que, cuanto más intensa sea la práctica deportiva, más importante será la necesidad de glucógeno. El músculo deja de consumir grasa en el mismo momento en el que utiliza el glucógeno para recargar la pila de ATP.
Fatiga:
Estado de cansancio general a consecuencia de una actividad muy intensa o prolongada, sea física o intelectual.
Ésta sería una de las múltiples definiciones que podríamos formular, ya que desde el punto de vista del deporte, el concepto “fatiga” se puede utilizar habitualmente para definir varios estados del individuo: desde el atleta que no ha mantenido el ritmo en carrera hasta el equipo que encadena muchos encuentros seguidos. La fatiga se podría asociar también a una parte concreta del cuerpo.
¿Cuáles son las principales causas de la fatiga?
– Exceso de trabajo físico en el que se superan los límites de tolerancia, ya sea por el elevado volumen del mismo o bien por utilizar cargas demasiado intensas.
– Deficiencia en los descansos.
– Alimentación y hidratación incorrecta y/o insuficientes.
Sea por el motivo que sea, estas situaciones comportan una serie de carencias y alteraciones fisiológicas que provocan una disminución en las reservas energéticas, acumulación de sustancias resultantes del metabolismo del ácido láctico y posibles cambios enzimáticos y electrolíticos. Como son de cariz fisiológico, estas situaciones derivan directamente en lo que conocemos como fatiga física, y no solo eso: la fatiga comporta también cambios a otros niveles, como la fatiga mental, que desencadenará, entre otras cosas, pérdida de concentración.
La intensidad media con la cual se desarrolla una maratón, por ejemplo, hace imposible que la fibra muscular pueda obtener toda la energía que necesita utilizando solo grasa para recargar la pila de ATP. Cuando las fibras musculares hacen un ejercicio físico de intensidad moderada-fuerte, necesitan recurrir a las reservas de glucógeno, que, como ya hemos comentado antes, son muy limitadas.
El vaciado crónico y repetitivo de los depósitos de carbohidratos musculares son la causa principal de fatiga, cansancio y pérdida de rendimiento físico que muchas veces puede llevar a la deserción deportiva.
¿Cómo podemos aumentar estas reservas de energía de manera natural?
Para poder obtener más energía, los primeros cambios deben ser alimentarios, ya que hay alimentos “poco conocidos” que son muy energéticos. Por ejemplo, como fuente de hidratos de carbono podríamos utilizar arroz integral, mijo, trigo sarraceno, quinoa, amaranto, avena o espelta, entre otros. Con respecto a las proteínas, podemos ir más allá de la típica carne de pollo y recurrir a las legumbres. El hecho de combinarlas con cereales nos permitirá optimizarlas más. Finalmente, en cuanto a grasas, podemos optar por pescado azul, algas, semillas de lino de calabaza y de girasol, frutos secos, alimentos que nos permitirán aumentar la cantidad de grasas insaturadas, del todo necesarias para el cuerpo.
La NADH es una sustancia natural que se encuentra en las células tanto animales como vegetales, y que es esencial para la producción óptima de energía. En determinados tipos de células, como las musculares, la cantidad de NADH es más alta, ya que necesitan más energía. Por este motivo, se empieza a utilizar como complemento terapéutico en situaciones en las que la fatiga de los músculos es evidente.
Entre los efectos de la NADH, hay dos que destacan por su aplicación en actividades deportivas: favorece el aumento en la capacidad de obtención de energía (ATP) y la adecuada producción de neurotransmisores (dopamina y noradrenalina). Ambos aspectos inciden en una mejora en la resistencia muscular, los movimientos automáticos y la capacidad de alerta y concentración.
La NADH, una nueva estrategia para el deportista
Los resultados de los estudios con atletas de resistencia demuestran que este compuesto natural abre una nueva puerta a las ayudas nutricionales para la mejora de la resistencia y el rendimiento musculares.
Su papel en el proceso de producción de energía celular (ATP) es fundamental para que el músculo utilice el oxígeno eficientemente. Esta propiedad logra que, si se toma NADH, las sustancias metabólicas que desencadenan la fatiga, como el ácido láctico, se produzcan en menor cantidad.
Por otro lado, su elevada capacidad antioxidante puede beneficiar indirectamente al deportista porque los radicales libres –sustancias también causantes de la fatiga muscular– pueden ser neutralizados de forma más eficiente. Además, el consumo de NADH en los días posteriores a un entrenamiento intenso o una competición puede contribuir a acelerar el proceso de recuperación muscular. Esta propiedad, y el hecho de que la NADH es considerada una sustancia no dopante, amplía aún más su dimensión como estrategia nutricional para deportistas.