Desde hace catorce años, Moira Bortagaray es profesora asociada de la escuela de negocios EADA de Barcelona. Tiene formación en coaching para ejecutivos, que, desde hace un tiempo, complementa con conocimientos de alimentación saludable. Gracias a este combinado, hoy en EADA los estudiantes adquieren habilidades directivas y de liderazgo gracias a ella y a la vez aprenden que la alimentación saludable puede ser clave en el éxito de su liderazgo.
Junto con Franc Ponti y Aldana Abele publican Free Brain (Amat Editorial), un libro para estimular la creatividad y que explica hasta qué punto la alimentación saludable puede ser un motor para la creatividad y la innovación.
¿La propuesta de fusionar liderazgo y alimentación es algo habitual o es cosa vuestra?
Creo que es nuestra.
¿Nadie hasta ahora había pensado que la gente que quiere liderar organizaciones debe cuidar su salud?
Uf, no me atrevo a afirmar que nadie.
Bueno, pero no estaba en la agenda ni en los programas de cursos habituales de liderazgo.
No. Ahora está empezando a estar, pero aquí somos pioneros seguro. Para ser eficaz como empresario, primero tengo que estar saludable, debo tener energía, saber gestionar mi estrés, tengo que poder hacerme un espacio para trabajar mi cuerpo, entre otras cosas. Es muy obvio. Por ejemplo, si tienes malas digestiones o cualquier problema de salud por pequeño que sea va a influir en tu rendimiento.
¿Y eso te lo compran los alumnos?
Totalmente. Pero totalmente.
Eso es que han cambiado muchas cosas porque el hombre de negocios era el que se metía la comilona y no había quien trabajara por la tarde.
¡Y tanto! Carajillo y puro. [Risas.]
De todas formas, tú ves que la siguiente generación ya no va a ser así.
Es que ya no es sostenible. Primero que vivimos en un mundo en el que todo va muy rápido, hay mucha competencia y en el que, si no estás con los ojos despiertos y en buena forma, estás en desventaja. Es así de simple. Y no hablo de tener buen cuerpo, estoy hablando de estar en buena forma de poder pensar rápido, de reaccionar rápido, de poder dar respuesta a los retos que se nos presentan, por ejemplo. Suelo preguntar a la gente cuántas horas duerme, si toma agua… porque está demostradísimo que un 3% de deshidratación hace disminuir el rendimiento cerebral.
Me parece un dato brutal. Si por la mañana no piensas en beber agua ya estás por debajo de tu capacidad.
Exacto, sí. Una persona que duerme poco es tanto o más imprudente conduciendo, por ejemplo, que otra que tomó alcohol de más. Es algo que antes ni sabíamos que era así y que tampoco se estudiaba tan al detalle. Ahora tenemos medidores biométricos y empezamos a entender que, si no se descansa bien, el cerebro no tiene la misma capacidad de reacción.
El libro habla un poco de qué manera afecta la alimentación a la capacidad de generar ideas. ¿Cómo va esto?
Todos podemos generar ideas. Hay personas que estamos más acostumbradas y otras menos, algunas tenemos más facilidad y otras menos. En el libro, lo que decimos es que si cuidamos el cuerpo, ayudamos a hacer sostenible esa creatividad, a ser creativos durante más tiempo y poner más foco, más concentración.
¿Quiere decir esto que si llevas una vida desordenada no puedes ser creativo? No, para nada. Hay muchos ejemplos: escritores, pintores de todo el mundo… Gente que no se ha cuidado y que es extremadamente creativa.
Intento salir un poco de pensar en los “supergenios”, como pudo ser Picasso, y pensar en personas normales, comunes, que, si comen bien, si toman mucha fruta, si optan por alimentos que les permitan tener digestiones más ligeras, quizás tendrán un foco creativo, un desarrollo… Si me como un cocido madrileño es muy probable que toda la sangre la tenga en el estómago y no en la cabeza y que me falte la energía que necesito para ser creativo. Es muy simple en realidad.
Después, hay otros alimentos que son importantes, como los que nos dan omega-3, que son unas grasas que nosotros no producimos y que tenemos que ingerir.
Los alimentos antiinflamatorios favorecen la sinapsis: promueven que las neuronas se conecten entre ellas y den lugar a ideas nuevas.
¿Son importantes porque son antiinflamatorios?
Porque son antiinflamatorios, pero sobre todo porque favorecen la sinapsis: que las neuronas se conecten entre ellas. ¿Qué es una idea? Dos conceptos que teníamos que dan lugar a un concepto nuevo, a una idea nueva.
Entonces, por un lado mantengo mi cuerpo en buena forma –duermo bien, como bien, hago ejercicio y me cuido–, y por otro ingiero alimentos que sé que van a favorecer el funcionamiento de mi cerebro. Es tan simple como que, por ejemplo, el silicio que aporta el sésamo hace que el cerebro funcione mejor, ya que este mineral favorece la conexión eléctrica entre las neuronas.
Muy bien. Tenemos pescado pequeño, alimentos con omega-3.
Alimentos con omega-3, alimentos con silicio, frutas, que nos llenan de vitaminas y de minerales. Pero otro detalle importante son las digestiones. Parecen un tema menor pero es algo que tengo comprobado en mí misma: el día que quiero estar muy ágil mentalmente ayuno por la mañana.
Haces ayunos intermitentes, semiayunos. ¿Así tienes más foco?
Sí, con los semiayunos tengo más foco, estoy más despierta.
¿Sin nada?
Sin nada. Tomo agua y –bueno, soy argentina– a veces mate; nada más. Eso me tiene mucho más alerta que si me hubiera tomado un par de tostadas con huevo, aguacate… Aunque sea sanísimo, si cargo el sistema digestivo, hay una energía que no va a ir al cerebro.
Sí. Nuestros nutricionistas están muy a favor del semiayuno intermitente. Lo hacen nocturno o matutino, según lo que a cada persona le vaya mejor.
Claro. No creo en una receta para todos. Conozco a personas que necesitan comer frecuentemente y poquito y les va bien así. Creo que uno se tiene que escuchar mucho. Cualquier cosa que sea un gran esfuerzo no es sostenible en el tiempo. Hay que valorar muchos aspectos.
Claro, ponerlo en una balanza.
Tiene que ser algo que podamos sostener, porque cualquier cambio brusco tampoco está bien. El cuerpo es una máquina que trata de adaptarse –el principio de la homeostasis– y de estar en un balance continuo. No comer nada durante muchas horas y luego mucho quizás no sienta bien a todo el mundo.
Los alimentos que no van bien para la creatividad son el azúcar, los procesados…
Los procesados y los ultraprocesados. Esto lo explico muy bien en el libro. La realidad del azúcar es que, frente a un pico de glucosa, el cuerpo reacciona y el páncreas libera la insulina para bajarla, luego aparece el típico bajón y, claro, pensamos que tenemos que comer algo para remontar. Y así entramos en un juego de subidas y bajadas.
Eso tampoco es bueno y afecta a la claridad mental y también al páncreas a la larga.
Y si te escuchas un poco, parece que el cuerpo no tira.
No, no tira. Basta con hacer un medio ayuno para darte cuenta del grado de energía que tienes haciendo una cosa o la otra.
¿Y el azúcar? ¿Cómo afecta a la creatividad?
El azúcar es un alimento expansivo, dispersivo, que pide más energía para volver a centrar el foco. De todas formas, no todos los azúcares son malos, como el de la fruta, por ejemplo. Si esta fruta la combinamos con un poco de canela ya regulamos el chute glucémico, pero además la fibra hace que el azúcar se libere más lentamente, con lo que no hay un pico de glucemia tan alto. No es un no rotundo al azúcar; depende del tipo, de las circunstancias, del cómo…
Y esta realidad que dices que los alumnos acogen bien, en general, ¿crees que en el mundo de los negocios continuará generando escepticismo durante mucho tiempo?
Veo un gran cambio y soy muy positiva por lo que veo que pasa en el mundo de los negocios y de las corporaciones. Cada vez más la gente se da cuenta de que así no vamos bien.
¿Has detectado algún sector o profesión que sea menos permeable a este discurso?
Creo que va más por generaciones. Los que tenemos cuarenta y tantos escuchamos; los de cincuenta se muestran más escépticos.
Esto nos pasa con nuestros lectores, algunos ya no son permeables a cambiar los hábitos.
¿Venimos a vivir o a durar? [Risas.] Los que tenemos cuarenta vemos que no podemos seguir así. Los que tienen treinta lo tienen clarísimo; los de veinte no se preocupan por ello todavía, pero está en el aire. Tengo un hijo de seis años y no come caramelos, pero porque él decide no comerlos.