Los consejos básicos son el incremento del consumo de verduras, cereales integrales ecológicos y proteínas vegetales. Frente a los temidos resfriados y dolores de estómago, una sopa de miso con jengibre.
Hablo con la médico, homeópata y terapeuta María Pérez, que me enseña también el libro que acaba de coescribir con el médico Jordi Forés, El médico en tu cocina, de Plataforma Editorial.
Le pregunto qué deben comer los niños en verano y me responde con claridad: “Alimentos de temporada y pocas comidas frías”. Es decir, ni agua fría, ni abusar de los helados excesivamente fríos, ni mucho menos refrescos. Siempre ha habido la creencia de que, para combatir el calor, hay que ingerir frío y “no es cierto, porque la frialdad dificulta la digestión, debilita los intestinos”.
“¿Qué más puede provocar la ingesta de alimentos y bebidas frías?”, insisto. “Pues diarreas, dolores de estómago… porque las digestiones serán difíciles. También resfriados, porque el exceso de frío debilita nuestro sistema inmunológico”.
“Deben consumir fruta?”, le pregunto. “Sí, pero no muy fría, y tampoco hay que abusar. Además, la fruta se debe comer fuera de las comidas; por ejemplo, una hora antes de comer o a media tarde o para el desayuno, pero no combinada con otras comidas”. Esto es así “porque la fruta puede fermentar el alimento consumido y, por consiguiente, dificultar la absorción de los nutrientes y también la digestión. El único caso en que se podría comer fruta después de una comida es si se come pescado. No hay otra excepción”.
La doctora continúa haciéndome recomendaciones básicas para pasar un verano saludable: la hidratación, agua a temperatura ambiente, mejor bebida fuera de las comidas, y no durante, porque no se diluyan los jugos gástricos y para que se absorban bien los nutrientes de lo que se ingiere; también el consumo de verduras en todas las comidas. “Hay que incrementar su consumo en verano, tanto en la comida como en la cena, pero por las noches es mejor optar por las verduras cocidas, y las crudas dejarlas para las comidas”.
También es muy importante tomar cereales integrales (como el arroz, la quinua), porque en verano las criaturas hacen más ejercicio, se mueven más; por ello, dos raciones ayudan a tener la energía necesaria. Si no queremos repetir las dos raciones, podemos optar por una a la hora del desayuno y por un pan integral ecológico para merienda.
En verano también son preferibles las proteínas de origen vegetal -como las legumbres, el seitán, el tofu, el tempeh-, y no las animales, que calientan el cuerpo y, por tanto, lo desequilibran: “El cuerpo deberá hacer esfuerzos metabólicos para buscar la frescura”.
En este punto de la entrevista, le pregunto si un niño puede ser vegetariano: “Tengo entendido que no está permitido porque necesitan dosis elevadas de vitamina B12”. La respuesta me sorprende: “Actualmente se ha comprobado que la vitamina B12 la produce el intestino, y, justo por eso, no la necesitamos tanto como creíamos hasta ahora”. Ahora bien, según el niño, si sigue una dieta vegetariana, podemos recomendarle que tome también un suplemento vitamínico que incluya el grupo de las vitaminas B.
Dicho con otras palabras, un niño puede ser vegetariano perfectamente siempre que tenga una alimentación buena y variada basada en proteínas vegetales, algas y verduras. Lo único que sí se recomienda a un niño que no come carne es el pescado y, depende de la constitución, los huevos también.
Y digo que depende de la constitución, “porque si es delgado y débil, un huevo le puede ir muy bien puntualmente. Si es más bien grueso, no, porque es un alimento muy completo, muy nutritivo. ¡Pensad que en China dicen que con un huevo comen seis chinos! No es un alimento ligero”.
Por último, frente a los temidos resfriados de verano, la médico recomienda varios remedios: el primero es tomar una sopa de miso instantánea con jengibre. El segundo, para los momentos en que sentimos que hemos cogido frío y también para diarreas o los dolores de estómago típicos de verano, consiste en hervir dos litros de agua con 5 cucharadas soperas de arroz blanco y una tira de alga kombu (unos 10 cm) durante una hora a fuego lento. Después lo filtráis y que los niños beban el líquido a lo largo del día.
Y el último remedio es hacer el suero fisiológico en casa, hecho con un litro de agua, el zumo de un limón, una pizca de sal, media cucharadita de bicarbonato y una cucharada sopera de azúcar integral de caña o melaza.