01Espacio René. Foto: Roger Llabrés

Como bien dice Lao-Tse: “Abrimos puertas y ventanas en las paredes de una casa; Y por esos espacios vacíos podemos utilizarla. Así, de la existencia provienen las cosas y de la no existencia su utilidad”. Como seres vivos que somos, interactuamos con todo lo que nos rodea. Cuidar de los espacios que nos protegen es la clave para garantizar la calidad del aire. Si queremos respirar un aire saludable, hay que cuidar nuestra tercera piel. Generalmente, quien cuida lo que come también se interesa por los productos que se aplica sobre el cuerpo, nuestra primera piel. Posiblemente, también hace lo mismo con la ropa con la que se viste y los ingredientes con los que ha sido fabricada, en qué condiciones y con qué productos la lava. La ropa con la que nos protegemos el cuerpo sería la segunda piel. De la tercera piel, nuestra casa, se habla poco. No hay ningún motivo para olvidarse de ella: recordemos que la mayor parte de nuestra vida la pasamos dentro de edificios cerrados, mientras trabajamos y dormimos.

Somos conscientes de la importancia de comer de forma saludable para evitar muchas enfermedades, pero ¿qué sabemos de las enfermedades medioambientales como la fibromialgia, la fatiga crónica, la sensibilidad química múltiple y la sensibilidad electromagnética? Son las llamadas enfermedades emergentes. Y no hemos citado el Síndrome del Edificio Enfermo (SEE), que está directamente vinculado a los espacios construidos. Sería más adecuado definirlo como el Síndrome del Edificio que enferma a sus usuarios debido a la artificialización excesiva (materiales sintéticos, climatización artificial y nuevas tecnologías). Como sucede en otras disciplinas, la desconexión con la naturaleza ha sido la causa principal del deterioro de los espacios que nos rodean.

La rotura de nuestros lazos con la naturaleza es la causa de la contaminación y las enfermedades. La arquitectura también se ha visto afectada por ello. El afán especulador ha hecho perder muchos de los valores de la arquitectura tradicional. Parece que el deseo por recuperar el equilibrio entre la arquitectura, la ecología y la salud es latente, pero todavía muy escaso.

La disciplina que se ocupa de crear espacios saludables es la bioconstrucción (un nombre no muy acertado en nuestro idioma). El origen proviene de la palabra alemana baubiologie. La traducción literal sería ‘biología de la construcción’. Mientras la biología estudia la relación entre los seres vivos y la naturaleza, la baubiologie estudia la relación entre los seres vivos y el mundo artificial, construido por el hombre.

02-768x512Espacio René. Foto: Roger Llabrés

Una dieta saludable no depende exclusivamente de si la comida es ecológica. Podemos comer bio pero seguir consumiendo proteína animal en exceso, o bien utilizar cocciones no adecuadas. Esto mismo ocurre con los espacios. No solamente aplicando materiales naturales resolvemos el problema de los espacios donde vivimos y cocinamos. Hay un montón de parámetros que hay que cuidar para generar una atmósfera interior saludable. De forma muy resumida las enumeramos a continuación:

  • Geobiología. Con el objetivo de ubicar las zonas de larga permanencia, como el lugar donde dormimos y el lugar donde trabajamos, se analizan las radiaciones naturales y artificiales.
  • Biohabitabilidad: Analiza otros parámetros del entorno (polvo, contaminación, ruido, iones, CO2, gas radón…). Hay que tomar medidas adecuadas para evitar o minimizar su impacto.
  • Psicología. ¿Cuántos de nosotros vivimos en un espacio que refleje nuestras necesidades vitales? Nos hemos acostumbrado a vivir en espacios pequeños, sin luz, estandarizados y alejados de la vida natural.
  • Bioclimatismo. La indeseable calidad del aire ambiental de muchos edificios es fruto de la climatización artificial originada por la falta de aprovechamiento de la energía solar.
  • Geometría sagrada: Respetar dimensiones, proporciones y formas armoniosas, tal como hace la naturaleza, respetando patrones matemáticos y generando gran belleza.
  • Bioconstrucción: Utilizar materiales naturales y no adulterados, inodoros, o con olor agradable, que no emitan sustancias tóxicas, de baja radiactividad, y procedentes preferiblemente de la región y que no favorezcan la explotación abusiva de materias primas escasas o peligrosas.
  • Eficiencia. El confort interior depende de la temperatura (y también de la humedad) y esta, a su vez, depende del aislamiento térmico. No podemos olvidarnos del ahorro energético: ¡es muy importante para la salud del medio ambiente!
  • Acústica. Un valor muy olvidado pero no menos importante. En función de su intensidad, el ruido produce molestias físicas y psíquicas.
  • Clima (temperatura-humedad y ventilación). Ventilación natural, materiales higroscópicos que permitan regular la humedad. Estos serían parámetros muy importantes a la hora de cocinar o impartir clases de cocina para que se garantice:
    • mantener la disponibilidad de oxígeno
    • evitar concentraciones excesivas de CO2
    • evitar malos olores
    • frenar la proliferación de microorganismos
    • aportar iones de carga negativa
  • Biología: Evitar la proliferación de microorganismos patógenos, hongos, bacterias, alérgenos y polvo. Muchas veces los interiores de los espacios están más contaminados que el aire de las ciudades. Recomendamos la consulta del estudio sobre el polvo de los hogares que Greenpeace hizo hace unos años.
  • Ambientología: Reducir los problemas que pueden afectar al medio ambiente. Un ejemplo sería el de minimizar el consumo de agua mediante el aprovechamiento de las aguas pluviales u otras gestiones del consumo de agua.
  • Hidrología: El agua que llega a nuestros hogares debería ser de calidad, pero esto a menudo no se puede garantizar, lo que hace recomendable la instalación de sistemas de depuración individuales o comunitarios.
  • Luminotecnia: Priorizar la iluminación natural es la principal fuente de salud. Es necesario que nuestros espacios disfruten de una calidad lumínica adecuada en función de la tarea a realizar.
  • Climatización: Diseñar instalaciones de climatización que calienten por radiación, de la misma manera que el Sol nos calienta desde hace miles de años.
  • Electricidad: Diseñar instalaciones eléctricas biocompatibles.
  • Ergonomía. Los puestos de trabajo y reposo, los elementos de construcción, los muebles, las instalaciones, etc. deben ser funcionalmente útiles, cómodos y anatómicamente adaptados para favorecer la salud y el bienestar.

Las disciplinas que integran la bioconstrucción se aplican a lo largo de todo el proceso arquitectónico, porque los edificios deberían ser como árboles que crecen, llevan a cabo un servicio y, cuando mueren, se descomponen para volver a cerrar el ciclo.

Este artículo es un resumen del Proyecto Final del Máster en Bioconstrucción: Guía informativa básica en bioconstrucción para la ciudadanía, escrito en julio de 2012.

La entidad responsable del máster es el Instituto Español de Baubiologie.

Sílvia Ferrer-Dalmau Bosch

René, asesoramiento para un hogar saludable y eficiente

www.espairene.com