baby füttern

Pero no sólo consideraremos los requerimientos nutritivos, sino también las características de maduración y desarrollo de los sistemas neuromuscular, gastrointestinal, renal e inmunológico de forma que haya una transición gradual desde la alimentación del pecho hasta la dieta complementaria.

A partir de los seis meses, y como consecuencia del crecimiento acelerado, el niño tiene unas necesidades nutritivas muy altas; por eso hay que empezar con alimentación complementaria. Su organismo, aunque sano, conserva algunas limitaciones. El recién nacido tiene inmaduros los riñones, que crecerán y cada vez trabajarán más durante los primeros meses de vida. Si les aportamos suficiente agua a través del alimento y pocos solutos (sales minerales …) no debe haber ningún problema, como ocurre si ofrecemos leche materna.

Antes de los cuatro meses, también tiene páncreas e hígado inmaduros, y algunas enzimas todavía son incapaces de digerir hidratos de carbono complejos (harinas y cereales). En cambio, la capacidad de absorber proteínas funciona perfectamente desde el nacimiento, aunque se debe evitar que ingieran demasiadas porque podría haber una sobrecarga renal. Esta capacidad permite el paso de las inmunoglobulinas de la leche materna (anticuerpos que pasan de la madre al bebé), pero, si se incorporan proteínas extrañas (leche de vaca, gluten) con capacidad antigénica, aumenta el riesgo de alergias alimentarias.

La absorción y la digestión de grasas es baja en el bebé recién nacido pero se ve compensada por una lipasa específica de la leche materna que se activa cuando llega al duodeno, lo que no ocurre si se toma leche de fórmula.

Después de los seis meses de lactancia materna, hay que empezar a introducir poco a poco y con prudencia alimentos no lácteos preparados de forma adecuada para no alterar el ritmo de maduración digestiva y renal y perseverar en el desarrollo neuromuscular. Siempre empezaremos en forma de papillas, compotas o purés hasta que, al cabo de un par de meses, el niño ya habrá aprendido a masticar y más fácilmente podremos ofrecer alimentos en trocitos pequeños. Con siete u ocho meses, empiezan a aparecer movimientos rítmicos de masticación coincidiendo con los primeros dientes, lo que permitirá introducir alimentos semisólidos para que empiece a masticar. Entre los nueve y los doce meses coge alimentos pequeños y ya empieza a alimentarse solo, aunque la autonomía completa en este campo no se adquiere hasta más allá de los dieciocho meses, momento en el que la visión y la coordinación oculomotora es completa.

La introducción de la alimentación complementaria es una etapa muy importante: el niño descubre texturas, sabores y olores hasta ahora desconocidos y que formarán parte de su base alimentaria para siempre. Estos primeros días de alimentación complementaria supondrán un cambio de rutina tanto para el niño como para los padres, y no siempre será fácil. Durante todo este proceso, tendremos que aprender a tener mucha paciencia, ya que cada niño es un mundo: no hay una fórmula perfecta y tendremos que encontrar la que se adapte mejor a nuestro hijo. A algunos niños les va mejor comer ellos mismos con las manos alimentos no triturados, que es lo que se conoce como baby led weaning (BLW).

Los niños están acostumbrados a la leche, por lo que es más probable que les sea más fácil comenzar con algo que se le parezca -dulce, tibio y cremoso- y poco a poco incorporar trocitos. Los alimentos nuevos siempre deben introducirse de uno en uno y separados con intervalos suficientes para que el niño se acostumbre y veamos cómo los tolera. Es importante saber que la cantidad de alimento en esta etapa puede variar de un día a otro.

Lo primero que se introduce son los cereales integrales sin gluten. Los cereales aportan energía, proteínas, minerales, vitaminas, ácidos grasos esenciales e hidratos de carbono de absorción lenta. Se puede empezar con una papilla de cereal que podemos preparar nosotros mismos después de cocer cualquier cereal integral o mezcla, (arroz redondo integral, mijo, quinoa, arroz glutinoso …) durante un buen rato y pasarlo por el pasapurés o bien, ofrecer una papilla de calidad fabricada por una casa de confianza, es decir, preparada con cereales integrales y ecológicos.

nina comida

Es aconsejable introducir la primera comida complementaria al mediodía y hacerlo poco a poco, no radicalmente: es decir, ofrecer unas cucharaditas de la papilla para ver cómo reacciona y, a continuación, dar pecho como siempre, que seguirá siendo la base de alimentación. Y poco a poco aumentar la ingesta.

Normalmente, en una semana o diez días, el niño ya ha aprendido a comer perfectamente con la cuchara. Entonces se puede añadir la verdura, siempre ecológica, fresca y preparada en casa a diario. La verdura nos aporta sales minerales y fibra además de vitaminas. Hay que evitar las verduras que contengan muchos nitratos y oxalatos, como la remolacha, las espinacas, las acelgas, los tomates, las berenjenas y los nabos. También se aconseja no empezar con las más aromáticas, como los espárragos, ni flatulentas, como la col. Se deben cocinar con el mínimo de agua o al vapor y sin sal añadida. Cada día variaremos las verduras intentando que haya una de raíz (cebolla, zanahoria …), una redonda (calabacín, calabaza …) y una verde (judía verde, brócoli …).

¿Cómo lo daremos?

Una vez preparada la verdura, prepararemos una ración con 50% crema de cereal y 50% verduras, más una cucharadita de semillas de sésamo tostadas para aportar grasas naturales y trocitos de algas cocidas para incorporar oligoelementos. Debe comer lo que le apetezca; lo complementaremos con el pecho hasta que la ración sea suficiente.

A partir de los siete meses, cada día cocinaremos algo de proteína (animal o vegetal) con las verduras. Pueden ser tempeh, tofu, legumbres sin piel o pasadas por el pasapurés, pollo o pavo, pescado blanco (a partir de los ocho meses). Así pues ya tendremos cereales, verduras y proteínas: 70 ml de cereales, 70 ml de verduras y 80 ml de proteína vegetal o 30 g de proteína animal, más la cucharadita de sésamo y las algas.

La fruta de la merienda la podremos ofrecer cuando el niño ya coma pescado o carne.

Cuando ya tenga ocho o nueve meses, ya podrá comer una pequeña cantidad de pasta integral, verduras en trocitos y, poco a poco, podremos introducir el resto de alimentos. A medida que el niño aprende a comer, las tomas de pecho se irán suprimiendo progresivamente (las primeras serán las de mediodía y tarde, y la última, hacia los quince meses, la de la noche, que es la que conlleva más carga emocional. Podemos sustituir la leche de la tarde por un biberón de leche de cereales (avena, arroz, mijo, quinoa…) o de frutos secos (almendra, avellana…).

¿Qué errores solemos cometer?

  • Añadir sal a las comidas antes del año.
  • Abusar de los azúcares. Ofrecer golosinas o azúcares como recompensa en lugar de frutos secos dulces como pasas, ciruelas, higos …
  • Abusar de los congelados y alimentos preparados.
  • Ofrecer un exceso de lácteos, que provoca alergias y exceso de mucosidad.
  • Dejar que tome un exceso de fruta, que le puede hacer rechazar la verdura.

Aunque parezca mucho trabajo, como cualquier hábito nuevo, es cuestión de organizarse y de práctica. Preparar la comida a los hijos nos debe hacer reflexionar sobre nuestra forma de comer. Todos vamos agobiados y con prisa, pero no hay que olvidar que es mejor ofrecer la comida al niño cuando notamos que tiene hambre, no “cuando toca”. Tenemos que intentar que, en cada comida que cocinemos, haya sabor dulce proveniente de las verduras.

El acompañamiento hacia la autonomía de nuestros hijos durante los primeros dos años de vida es una aventura apasionante. Nos enseñarán a comer mejor, a reconducirnos hacia un estilo de vida más saludable, a adquirir hábitos más sanos, a aprender a practicar la paciencia ya ser más tolerantes y mejores personas.

bonamusa-200Dra. Anna Bonamusa Ventura

Pediatra y homeópata. Profesora de alimentación consciente y energética.

alonnisos12@gmail.com