Hablar de estreñimiento es hablar de digestión y sobre todo de los alimentos que ingerimos: si son los adecuados, la digestión será correcta y, por tanto, las deposiciones también. La digestión es un proceso de aprendizaje: cuando el niño nace debe aprender este proceso de digestión y transformación del alimento que ingiere para convertirlo en energía. Cada nacimiento es único y, por tanto, hay que hacer varios ajustes fisiológicos para adaptarse a la vida fuera de la madre. Con el primer llanto, empieza la adaptación respiratoria, pero también se activa el sistema digestivo con la ingesta del calostro.
Dentro de la barriga de la madre, el bebé se alimenta a través del cordón umbilical, que le suministra todos los elementos nutritivos provenientes de la sangre de la madre: lo que come la madre lo come el niño. Lo primero que hace el niño cuando nace es mamar; así estimula el movimiento peristáltico de los intestinos y hace su primera caca, el meconio (la caca oscura), resultado de arrastrar el resto de líquido amniótico que había tragado.
La leche de la madre madura y se hace más grasa hasta que, al cabo de quince días, ya tiene todas las enzimas, HC, minerales, proteínas y las inmunoglobulinas necesarias para que el niño crezca correctamente. Como no es una leche artificial, se digiere bien; esto hace que las deposiciones sean blandas y espumosas. Es tan normal que haga caca más de una vez al día como cada tres o cuatro días. Lo importante es que la consistencia de las heces sea blanda. Sólo se considera que existe estreñimiento cuando las heces son muy duras, cosa que con la lactancia materna es muy improbable. La leche materna debe ser la base de la alimentación del niño por lo menos durante el primer año de vida, período en el que hay cambios a todos los niveles: también de dieta. De los seis meses a los quince, introduciremos nuevos alimentos, y al final ya podrá masticar y digerirlos todos.
Si aparece el estreñimiento, significa que el intestino sufre. En este caso, hay, pues, que replantear los alimentos que toma y cómo se combinan, la calidad, si son refinados o integrales…
Habitualmente encontraremos un exceso de cereales refinados, que se suelen introducir a partir de los cuatro meses. Suelen ser preparados de farmacia en lugar de papillas hechas en casa con harinas integrales. También está el factor edad: está demostrado que antes de los cinco meses, el intestino aún no está preparado para ingerir nada más que no sea leche de la madre.
Algunas madres, por motivos médicos o emocionales, no pueden amamantar y se ven obligadas a recurrir a la leche de fórmula, que a menudo implica problemas de intolerancias, cólicos o estreñimiento. Nada sustituye a la leche de pecho, pero hay que tratar de compensar pasando de la leche al plato a partir de los cinco meses de la forma más natural posible. También es bueno que estas leches artificiales sean de origen ecológico.
¿Y esto por qué sucede? La leche artificial, que viene de la vaca, no deja de ser una proteína extraña para el intestino del bebé, que no está preparado para transformarla y esto puede alterar la permeabilidad. Hay que tenerlo en cuenta, porque el sistema inmunitario todavía se está formando.
Para hacer una leche artificial, se procesa la leche de vaca artificialmente, invirtiendo los porcentajes originales de caseína y lactoalbúmina (60-40 %) para obtener un producto más digerible pero a la vez más alergénico. Como la caseína coagula en copos gruesos y esto generaría más problemas digestivos, estas leches se acidifican para que lo haga en copos más finos. Después se añade lactosa y ácidos grasos insaturados para que se parezca más a la leche materna.
La lactancia materna tiene un papel muy importante a la hora de aprender a digerir correctamente y sin problemas de percepción. La leche de la madre asume parcialmente la función digestiva del tracto intestinal, porque tiene enzimas digestivas y estimula la capacidad perceptiva y digestiva del lactante, favorece la función de barrera intestinal, el establecimiento de la flora intestinal individual y esto permite una buena defecación.
De todos modos, para que esto sea posible, la madre debe estar muy bien alimentada y debe evitar cualquier tóxico, como alcohol o tabaco. Como muchas madres ya tienen un sistema digestivo débil, a veces hay que complementar la dieta con prebiótico tomando fermentos naturales como chucrut, pickles, miso…
A partir de los seis meses
A partir de los seis meses, y coincidiendo a menudo con la aparición de los primeros incisivos, ya se pueden introducir otro tipo de alimentos. Una buena idea es empezar con papillas de cereales integrales de grano entero para que así el alimento conserve toda su vitalidad. Se pueden hacer en casa y, después de la leche de la madre, deben ser su alimento básico.
Si el cereal es de grano entero y se introduce en forma de crema, el intestino del niño lo aceptará bien y no le provocará estreñimiento, además de que le aportará la energía que necesita. El cambio le será fácil y no le causará trastornos digestivos.
¿Qué pasa si usamos papilla refinadas y procesadas por una farmacéutica? Pues que el alimento ya no tiene la misma energía; seguramente el intestino sufrirá y aparecerá estreñimiento, gases o cólicos. Además, a la larga tendrá una sangre más acidificada y con menos vitalidad.
Una vez comprobado que tolera bien la crema de cereales, se pueden añadir progresivamente las verduras, las proteínas, las algas… Además, poco a poco, la consistencia de la comida debe pasar de ser cremosa a sólida: con doce meses, el niño ya puede comer de todo, entero y variado.
En el caso de las verduras, para mayor calidad, podemos mezclar una de raíz (chirivía, cebolla, zanahoria…), una redonda (calabacín, calabaza…) y una de hoja verde (judía verde, brócoli…); siempre ecológicas y de proximidad.
Si toma cereal integral, si no come harina blanca refinada ni azúcares, si las verduras están bien equilibradas, difícilmente aparecerá el estreñimiento. Muchas veces, los pacientes con este problema ya mejoran sólo cambiando la harina refinada por cereales integrales cocinados en casa: el niño empieza a hacer caca cada día, duerme mejor y hasta le mejora el carácter; esto quiere decir que el intestino no sufre y que absorbe mejor los alimentos. También es importante establecer unas pautas rítmicas.
La relación que tenga con la comida en el primer año de vida significará su vínculo con la comida cuando sea adulto, incluida su relación con los demás. La apertura en relación con la comida es la apertura al mundo y a otros aspectos de la vida.
Dra. Anna Bonamusa
Pediatra homeópata
Correu: alonnisos12@gmail.com
Máster en Homeopatía clásica en la Universidad de Barcelona. Máster en el Institut Homeopàtic de Catalunya. Diplomada por la International Academy of Classical Homeopathy Dr. George Vithoulkas (Alonnisos, Grecia). Diplomada en alimentación consciente y energética. Titulada por la Escuela de M. Bradford. Profesora de alimentación consciente y energética.
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