Inauguramos una nueva sección dedicada al tratamiento y prevención del cáncer con artículos mensuales que servirán para aclarar dudas sobre la enfermedad y hablar –también– de prácticas y buenos hábitos que ayudan a prevenirla. Esta semana hablamos sobre las emociones con dos médicos especialistas en cáncer, el cirujano y oncólogo Joan Vidal-Jové y la oncóloga médica Natàlia Eres, socios fundadores del Instituto Khuab –dedicado a la promoción de la salud, la prevención y el tratamiento del cáncer y otras enfermedades complejas.

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El impacto que produce la noticia que se tiene cáncer hace que se deba abordar el tratamiento desde ópticas diversas. “Además de aplicar tratamiento al cuerpo físico del paciente hay que tener en cuenta la mente y las emociones, y –también– el ente esencial o anímico del paciente: la personalidad de cada paciente y la manera cómo quiere afrontar la cura de la enfermedad”, cuenta Natàlia Eres, oncóloga y directora médica del Instituto Khuab. El modelo ecosistémico es un modelo orgánico: “El organismo funciona de forma muy similar a cualquier otro ecosistema del planeta; un sistema vivo y organizado de manera compleja, abierto al exterior, desde donde recibe y devuelve inputs que no nos dejan indiferentes. Somos sistemas de procesamiento de información y mantenemos un intercambio con el exterior a través de lo que comemos, respiramos, sentimos, pensamos o hacemos. Pasa lo mismo dentro de nuestro cuerpo: funcionamos como una sociedad, ya que el cuerpo se expresa manteniendo relaciones dinámicas y jerarquizadas entre los diferentes tejidos, órganos y sistemas. El cuerpo es como una muñeca rusa dentro de otra: con diferentes niveles relacionados e inclusivos. Por lo tanto, cuando enfermamos, hay que tener en cuenta la globalidad de la situación y actuar sobre las diferentes áreas y niveles de relación”, añade Eres.

“Cuando a alguien le diagnostican un cáncer, el descalabro emocional del paciente –y de su sistema humano más próximo: la familia y los amigos– es muy grande”, remarca Joan Vidal-Jové. “Hay que trabajar, pues, mucho más que la parte médica, la parte emocional y profundizar desde una visión holística en la persona, además del problema (y oportunidad) que supone la enfermedad”, insiste Vidal-Jové.

“Enfrentarse a emociones y traspasar su espejismo, domesticarlas y metabolizarlas tanto si las codificamos como negativas o positivas será un paso necesario para gestionar la enfermedad. Vivir el proceso con la máxima flexibilidad posible y el mínimo estrés nos permitirá disponer de más energía para luchar contra el cáncer. El miedo, la angustia, la desazón o la tristeza son muy habituales y a menudo bloquean a las personas si se ocultan, o bien, si se sobredimensionan. Por eso es importante trabajar con los pacientes para transmitirles que no están solos, y a la vez mostrarles que son amos de su vida”, dice Eres.

Gestión de las emociones y tratamiento integrativo

“Es importante aceptar la dualidad de la situación: el sufrimiento y la incertidumbre que provocan los cambios que hay que aceptar, y el amor y estima que se recibe de mucha gente del entorno”, apunta Vidal-Jové. “De hecho, cuando nos encontramos ante una enfermedad grave como el cáncer, podemos, incluso, aprovecharnos de esta bipolaridad: nos es necesaria una parte pequeña de negatividad o agresión –ya sea cirugía, quimioterapia, tratamiento farmacológico o radioterapia– para frenar el crecimiento de un tumor, pero también necesitaremos una gran dosis de positividad y sentido común: necesitaremos mejorar la inmunidad, el sistema neurovegetativo, las mucosas, la comunicación de la red conectiva y, muy importante, el tejido social: rodearnos de gente que nos anime, que nos haga reír, que no nos esconda las cosas, pero que tampoco las oscurezca; gente con autenticidad y fortaleza, que nos haga sentir que somos muchos más que uno solo ante la circunstancia. Habrá que, por lo tanto, mejorar la gestión que hacemos de los impactos que hemos recibido. Finalmente necesitaremos mostrarnos coherentes con nuestra parte esencial o anímica: comprender y ser fieles a la esencia propia y actuar de acuerdo a ella; y aquí sí estamos solos con nosotros mismos: cada uno debe mostrar su coherencia, que pasa para preguntarse ‘quien soy y qué quiero’” resume Vidal-Jové.

“Cuando estás ante una enfermedad de una cierta contundencia no tienes opción: debes decidir qué quieres, porque eso tiene un impacto con las decisiones de tratamiento. Hay tratamientos que comportan un riesgo o una toxicidad que –a veces– alguien no está dispuesto a asumir. Hay gente que prefiere que la agresión sea menor, aunque no tenga tan seguro que el tumor desaparezca”, subraya Vidal-Jové.

“Hay que ver cómo se gestiona todo este estrés emocional, como eso te suma o te resta energías”, apunta Eres. “Hay gente que te dice: ‘A mí trabajar me desvitaliza mucho pero no quiero coger la baja’; o bien ‘No me gusta nada mi trabajo y eso me deja sin fuerza, pero no estoy en condiciones de dejarlo o de hacer cambios; o incluso, ‘Mis hijos me desgastan mucho, pero debo estar a la altura’”.

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Vidal-Jové remarca que “la capacidad de saber priorizar es muy importante” y recuerda a los pacientes que, “cuando tienes la enfermedad, tú eres lo más importante”. Quien antepone los intereses de los otros antes que los suyos, debe cambiar el chip y “encontrar tiempo para él mismo y para los tratamientos de curación. Es un egoísmo bien entendido, un egoísmo funcional, decisivo cuando se trata de hilar tan fino en la vida de una persona”.

¿Qué relación hay entre el cáncer y la psiconeuroinmunología?

La psiconeuroinmunología estudia “los impactos biológicos de origen emocional íntimo e intenso que, a través de las instrucciones del sistema neurovegetativo, provocan una respuesta inmediata en el sistema inmunitario”. Eso afecta a la salud, porque “estos impactos pueden codificar mecanismos erróneos que permiten la formación de tumores; o bien, porque agotan su capacidad defensiva y autoreguladora de aparición de enfermedades neurodegenerativas”, cuenta Vidal-Jové, que remarca que “el paciente no es una entidad dividida, sino una suma de relaciones entre órganos, tejidos y sistemas”.

Laura Basagaña
Laura Basagaña

Periodista