El ajo tiene amantes y detractores: forma parte del ADN de la gastronomía mediterránea y puede ser un buen aliado para inhibir la proliferación celular cancerígena y para ayudar a drenar sustancias tóxicas que ingerimos con la comida o por el contacto con la contaminación ambiental. La cebolla también contiene muchas sustancias interesantes para la prevención de diversas enfermedades, entre las cuales está el cáncer.

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La cebolla y el ajo poseen propiedades antitumorales.

El ajo es una planta que define bien algunos de los sabores profundos y característicos de la dieta mediterránea. De aroma potente y usado con dosis pequeñas, da el punto justo a salsas y platos diversos. Los gladiadores romanos ya lo consumían, según algunos documentos históricos, para recuperar fuerzas después de cada combate. Incluso en el Antiguo Egipto ya era catalogado como un elemento medicinal. La doctora Odile Fernández Martínez, autora del libro Mis recetas anticáncer, recuerda algunas de las propiedades del ajo: “Es antibacteriano, antivírico y antifúngico, lo que nos ayuda a combatir todo tipo de infecciones”.

Tanto los ajos como las cebollas pertenecen al género Allium, que también incluye a los puerros, el cebollino y los chalotes. La oncóloga Natàlia Eres destaca que “los estudios epidemiológicos, en tanto que limitados a la hora de poder evaluar su consumo, indican que hay asociaciones entre el consumo de plantas del género Allium y un menor riesgo de sufrir cáncer: en particular del tracto gastrointestinal”.

El doctor Joan Vidal-Jové subraya que se trata de un efecto preventivo y no sanador. “Las evidencias sobre el papel preventivo de la aparición del cáncer provienen de estudios sobre los mecanismos de acción. Estos estudios destacan los posibles mecanismos relacionados con la presencia de compuestos de azufre bioactivos en las diversas preparaciones y extractos de estas verduras del género Allium -cebollas, ajos, puerros- y sus efectos: una disminución de la bioactivación de carcinógenos, de actividades antimicrobianas y una modificación redox”. Así, las plantas de género Allium y sus componentes “tienen efectos en cada etapa de la carcinogénesis y afectan a muchos procesos biológicos que modifican el riesgo de padecer cáncer. Su potencia y efecto, pues, van más encaminados a prevenir la aparición del cáncer, que no a tratarlo una vez ya ha aparecido”, apunta Eres.

La nutricionista Lucía Redondo está de acuerdo con esta afirmación: “Hay que señalar que ningún alimento, suplemento ni planta cura el cáncer solo. Es muy importante que quede claro. Lo que puede hacer disminuir la incidencia del cáncer es un estilo de vida saludable y, dentro de estos hábitos saludables, está la alimentación. Fijarnos en cómo nos alimentamos puede ayudarnos a prevenir enfermedades, porque podremos evitar alimentos perjudiciales e incluir los que nos ayuden a prevenir enfermedades. El ajo y las cebollas son algunos de ellos”.

La quercetina, un aliado antitumoral que se encuentra en la cebolla y el ajo

La quercetina es un bioflavonoide que contienen algunos alimentos, principalmente la cebolla y el ajo. Fernández escribe en el libro Alimentación y vida anticáncer (Urano, 2013): “Los flavonoides son sustancias muy activas contra los tumores de colon, cerebro, leucemia, estómago, próstata, ovario, cáncer de cuello de útero, cáncer de pecho, etc. Entre todos los flavonoides el más activo contra el cáncer es la quercetina. La cebolla morada es la variedad más rica en esta sustancia”.

“La cebolla morada es el alimento que contiene más quercetina, bioflavonoide que puede ayudar a prevenir varios tipos de cáncer”

La doctora Eres puntualiza: “Desde el punto de vista de los estudios epidemiológicos y clínicos, los beneficios potenciales de las dietas basadas en flavonoides tienen más eficacia a la hora de prevenir que no de tratar el cáncer. Los flavonoides se subdividen en subclases: flavonoles, flavonas, flavanonas, flavan-3-oles, antocianidinas e isoflavonas. Los estudios epidemiológicos sugieren que ingerir flavonoides a través de la dieta puede reducir el riesgo de tumores de mama, colon, pulmón, próstata y páncreas. Un reto importante en la interpretación de los estudios epidemiológicos es que la mayoría de los datos provienen de estudios caso-control o retrospectivos de la ingesta de flavonoides. Las diferencias en las características sociodemográficas, y los factores de estilo de vida agrícolas contribuyen a la heterogeneidad en la ingesta de flavonoides en las poblaciones que residen en Estados Unidos, Europa y Asia, y se hace más difícil evaluarlos. La dosis y el tiempo de exposición pueden influir en la respuesta contra el cáncer en las dietas ricas en flavonoides”.

¿Qué propiedades tienen y cómo actúan contra el cáncer? “Los mecanismos anticancerígenos propuestos por los flavonoides son la inhibición de la proliferación, inflamación, invasión, metástasis, y la activación del apoptosis (muerte celular programada)”, responde Eres. Vidal-Jové matiza: “Hacen falta estudios prospectivos con muestras mayores para desarrollar biomarcadores de la ingesta de flavonoides y sus efectos. Se necesitan estudios sobre los mecanismos para determinar de qué manera las dietas ricas en flavonoides pueden influir a la hora de regular genes para prevenir el cáncer”.

Hasta ahora, se ha estudiado el efecto que ejercen los flavonoides como preventivo de la aparición del cáncer, pero también “en el tratamiento de daños inducidos por radioterapia o quimioterapia”. ¿Consumir ayuda a reparar las células dañadas? “A parte de eliminar radicales libres, parece que algunos de estos compuestos alteran la liberación de citocinas que afectan tanto a piel, sistema cardiovascular u otros tejidos”, cuenta Vidal-Jové. Por lo tanto, los bioflavonoides son antioxidantes y potencian el efecto de la quimioterapia, ya que ayudan a eliminar las células cancerosas.

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¿Sabes como preservar las propiedades medicinales del ajo y la cebolla?

Compuestos de azufre bioactivos presentes en el ajo

Redondo describe brevemente las propiedades anticancerígenas del ajo: “Los principios activos más importantes del ajo relacionados con la prevención del cáncer son los compuestos de azufre; concretamente, el más importante es la aliína. Cuando chafamos un ajo haciendo presión con un tenedor, lo trituramos o lo masticamos, la aliína se pone en contacto con una enzima llamada alinasa. Esta unión genera compuestos derivados con una gran capacidad antitumoral, el más importante de los cuales es la alicina”.

“El ajo contiene aliína y quercetina, sustancias antitumorales. Para preservar sus propiedades, a pesar de la cocción: se aconseja chafar el ajo y dejarlo en reposo unos diez minutos antes de cocinarlo”

¿Cómo actúan estos principios activos en materia de prevención tumoral? “El mecanismo de acción de los compuestos de azufre del ajo asociados a la reducción del desarrollo de la masa tumoral son diversos: por un lado evitan la formación de compuestos potencialmente carcinógenos, como las nitrosaminas y las aminas heterocíclicas; y por otro, reducen la bioactivación de carcinógenos. También tienen actividad antimicrobiana y retrasan la progresión tumoral; además, estimulan la apoptosis de las células tumorales, a la vez que controlan la inflamación. Tienen un efecto inmunomodulador y son antioxidantes. Todos estos datos los recoge una completa y reciente revisión sobre el papel del ajo y la cebolla en la prevención del cáncer“, resume Redondo.

¿Qué hacemos si no digerimos bien la cebolla y el ajo?

Como no siempre es posible comerlos crudos, hay algunos pequeños trucos. Por lo que respecta a la cebolla, hay que trocearla y dejarla un par de horas en remojo en agua tibia: así, eliminaremos las sustancias sulfúricas más irritantes. En el caso del ajo, Redondo advierte que “las altas temperaturas desnaturalizan la enzima alinasa, que pierde la capacidad de poder transformar la aliína, lo que significa que el ajo pierde la capacidad antitumoral”. Aunque lo más idóneo sería consumir el ajo crudo, podemos seguir algunos consejos a la hora de cocinarlo para preservar estas sustancias antitumorales. “Si chafamos el ajo con un tenedor o cuchillo y lo dejamos en reposo diez minutos antes de cocinarlo, facilitamos el proceso de transformación que hace que la aliína se convierta en alicina: la sustancia antitumoral que buscamos. Mantendremos, pues, en buena parte la capacidad antitumoral del ajo, a pesar de la cocción; porque la alicina y derivados ya se habrán formado previamente y la cocción no los eliminará del todo”, remarca Redondo. También podremos triturar el ajo y añadirlo a cremas de verduras con perejil y apio, para suavizar el sabor.

 

Laura Basagaña
Laura Basagaña

Periodista