El actual ritmo de vida hace que vayamos con el acelerador siempre pulsado. Descuidamos los hábitos nutricionales, no tenemos tiempo para hacer ningún ejercicio de relajación y vamos arrastrando un estado energético bajo que nos conduce a un agotamiento crónico. Para romper esta dinámica debemos cuidar bien la alimentación y descubrir nuestros errores de dietética, como cenar en exceso y demasiado tarde. Y también debemos tener en cuenta ciertos hábitos antes de ir a dormir para asegurar una buena calidad del sueño: evitar cualquier actividad que comporte un trabajo mental, como trabajar con el ordenador en la cama, por ejemplo.
Las reglas de oro para tener energía por la mañana
Mantener un sistema digestivo fuerte. Alimentarse de forma adecuada y sin demasiado toxinas, ayuda a que el sistema digestivo funcione correctamente. Con un buen funcionamiento digestivo, pensaremos mejor y nos sentiremos mejor y con más energía.
Evitar el exceso de grasas saturadas y los azúcares refinados y comer, en cambio, verduras, algas, cereales y legumbres bien cocinadas. Así se favorece la circulación de la energía, y también se tonifica el riñón para ayudar a paliar los problemas de estrés.
No caer en el error de empezar el día tomando muchos cafés y bebidas estimulantes porque eso fuerza más la máquina en detrimento de la energía de los riñones. Así se entra en un círculo del que es difícil, pero no imposible, salir.
Dormir siete horas como mínimo y en buenas condiciones.
Para dormir bien, preparar cada noche un baño de pies relajante con lavanda y un masaje con aceite esencial de lavanda mezclado con un aceite base o bien con aceite de magnesio.
Antes de ir a dormir no hacer ninguna actividad que estimule la mente, como trabajar con el ordenador.
El primer paso es asegurarnos que dormiremos bien. Por este motivo interesa no cenar muy tarde, para evitar ir a la cama con el estómago lleno. De hecho, la mejor hora para cenar sería hacia las siete, como máximo, porque, como dice el Dr. Jorge Pérez-Calvo, es cuando la energía descendiente es más fuerte y, por lo tanto, más grande es la potencia digestiva. Además, es el momento del día en el que la tendencia a tener hipoglucemias es más elevada, por lo que muchas personas, si no cenan, necesitan tomar algo. Pero como la realidad hace difícil programar las cenas tan pronto, es importante, si cenamos más tarde, preparar platos ligeros, en pocas cantidades y masticar bien para poder digerir mejor. Todo ello repercutirá directamente en una buena calidad del descanso nocturno.
¿Y qué debemos cenar? Pues principalmente las cenas deben consistir en una crema de verduras (de calabaza, de zanahoria, chirivía, calabacín, puerro, etc.) y después un plato combinado con una parte de cereal (un cuarto del plato) como mijo, arroz o quinoa; una parte de verdura de hoja verde y verdura redonda o de raíz (zanahoria, calabaza); una proteína ligera, como puede ser un pescado a la plancha o una tortilla a la francesa, o bien proteína vegetal, es decir, seitan, tofu con verduritas o tempeh, por ejemplo. Si queremos postre, porque aún tenemos hambre, podemos optar por una compota y, si lo preferimos, nos la podemos reservar para antes de ir a dormir. Si tenemos un mal descanso nocturno, si nos cuesta dormirnos, también podemos tomar por la tarde alguna infusión de tila, manzanilla o bien un complemento alimenticio que tenga pasiflora, valeriana y magnesio, por ejemplo.
Por la mañana, debemos hacer un desayuno que nos aporte energía de verdad. No basta con una tostada y un café. Hay que sentarse y tomar alimentos que proporcionen energía, como por ejemplo una sopa de miso o una crema de cereal, que puede ser algo tan sencillo como aprovechar el cereal que ya tenemos cocido y calentarlo con un poco de licuado de arroz o de avena. Añadimos un poco de frutos secos y semillas oleaginosas, y ¡listos! También podemos optar por prepararnos un bocadillo, con pan hecho con levadura madre, de paté vegetal, paté de sardinas, tofu fumado, etc. Y si queremos activarnos, en lugar de un café, lo podemos hacer con la ayuda de una infusión –simple pero potente– de tomillo o un café de cereales.