El sabor dulce es el que más adeptos tiene entre la gente y es el sabor que va más ligado a nuestros hábitos, estilo de vida y emociones. Tanto si estamos tristes como contentos acostumbramos a recurrir al chocolate que tenemos en la despensa o robamos las galletas de nuestros hijos; o bien, si una tarde tenemos una bajada de azúcar y nos notamos con poca energía nos lanzamos a la primera panadería que encontramos para comprar una bolsa de cruasanes o bien un pastel y lo acompañamos con una bebida azucarada. ¡Qué bueno! Y sin embargo, a la vez, qué peligroso… porque este dulce tan extremo tiene un lado amargo que muchos aún desconocen.
La montaña rusa
Así como el café tiene un efecto estimulante, el resto de alimentos también presentan efectos en el organismo. Los productos azucarados producen altibajos en los niveles de azúcar en sangre en poco tiempo, lo que ocasiona una sensación similar a la de un viaje en montaña rusa. Imaginemos que el cuerpo nos pide chocolate o un postre azucarado. Una vez en el estómago, nos sentimos reconfortados y con mucha energía, pero al cabo de una rato nos viene la bajada de la atracción, nos sentimos cansados y necesitamos… ¡más azúcar! Este ciclo tan inofensivo a la larga puede comprometer la salud del organismo y también nuestro estado de ánimo: ahora nos sentimos animados y al cabo de media hora nos sentimos tristes y lo compensamos comiendo un dulce y así continúa la rueda… Pero aquí no se termina la historia, el azúcar que comemos hoy es un alimento refinado obtenido a partir de la caña de azúcar, o principalmente de la remolacha mediante procedimientos químicos. Durante el proceso de extracción se obtiene solo sacarosa (glucosa más fructosa) y algunos contaminantes procedentes del proceso de extracción pero se pierden la fibra, los minerales, las vitaminas y los oligoelementos que tenía originalmente. Para poder metabolizarlo, el cuerpo tiene que arreglárselas y recurrir a las propias reservas de vitaminas y minerales; primero las que encuentra en la sangre y después las que se están en el cerebro y los riñones, una situación que va desmineralizando el organismo.
¡Pruébalo!
- Introduce el hábito de comer más verduras dulces como la calabaza y la zanahoria, así como también cremas de verduras dulces (de calabacín y zanahoria, de hinojo y cebolla…) que relajan y favorecen un buen sistema digestivo.
- Acostúmbrate a comer cada día cereal integral de buena calidad. Es muy importante cocinarlo bien durante tiempo y con el fuego bajo y, sobre todo, masticarlo bien, porque cuando se combina con la saliva rompemos las moléculas de hidratos de carbono y obtenemos glucosa de buena calidad necesaria para las funciones vitales del organismo. De esta manera, las ganas de comer dulce disminuirán.
- Combina los cereales integrales con las legumbres y con verduras dulces. De este modo el cuerpo recibirá los hidratos de carbono y proteínas que necesita. Si reducimos el consumo de proteína animal y de grasa saturada, ¡el cuerpo nos pedirá menos azúcar!
- Es importante cocinar y aliñar los platos con aceite de buena calidad y no restringir su uso, ya que las dietas muy bajas en grasa de buena calidad, como los aceites de primera presión en frío, favorecen el deseo de comer alimentos dulces.
- Si te apetece comer dulce, escoge compotas de fruta sin azúcar añadido o fruta seca como orejones, dátiles, pasas o unas galletas con melaza de cereal, por ejemplo.
Actualmente la mayor parte de los alimentos que consumimos llevan azúcar: productos de pastelería, galletas, panes de molde, salsas preparadas, cereales del desayuno… El azúcar integral también presenta los mismos inconvenientes que el refinado, exceptuando el conocido con el nombre de rapadura, que se obtiene mediante un proceso de liofilización que preserva las vitaminas y minerales.
Dulces sanos y naturales
¿Pero eso qué significa? ¿Debemos renunciar al sabor dulce? ¡En absoluto! El dulce es necesario para nuestro organismo ya que ayuda a tonificar, en especial, el estómago, el páncreas y el bazo. Por un lado podemos recurrir al sabor dulce propio de alimentos naturales como las verduras, entre ellas la calabaza, la zanahoria y el brécol; la fruta deshidratada y los cereales integrales también proporcionan un sabor dulce, siempre y cuando se mastiquen y se ensaliven adecuadamente.
Como alternativa al azúcar de mesa podemos recurrir a las melazas de cereales: de arroz, cebada, trigo o maíz. La más nutritiva de todas es la de cebada y todas se obtienen por fermentación del cereal, un proceso que favorece la digestibilidad del producto y que, al mismo tiempo, mejora su valor nutricional, ya que durante la fermentación los glúcidos, proteínas y grasas se convierten en azúcares sencillos, aminoácidos y ácidos grasos simples, al mismo tiempo que se sintetizan vitaminas y enzimas que favorecen una buena asimilación de este producto por parte del organismo sin tener los efectos negativos del azúcar refinado. Otra excelente alternativa es la estevia, conocida como la planta dulce, que tiene infinitas propiedades beneficiosas para el organismo: regula los niveles de azúcar en sangre y también la tensión arterial al mismo tiempo que es capaz de quitar la ansiedad por comer. La miel de buena calidad también es una alternativa interesante. Debemos evitar los edulcorantes artificiales como la sacarina o el aspartamo, porque no son amigos de la buena salud.
En definitiva, pon a tu vida más verduras y más cereales integrales que te ayudarán a saciar el dulce que te pide el cuerpo y endulza los postres con melazas de cereal, miel de buena calidad o estevia. Tendrás más energía física y mental y evitarás muchos problemas de salud. ¡Pruébalo tú mismo!