La historia de la vida sobre la tierra solo tiene sentido si tenemos en cuenta las enzimas, estos pequeños nutrientes que han formado parte activa de la evolución de la vida. Desde la célula más primitiva, que debe su existencia a la presencia de las enzimas, hasta las plantas, que han podido liberar oxígeno a partir del dióxido de carbono del aire y de otras sustancias gracias a las enzimas.

En nuestro organismo, cada segundo de la vida hay más de 3.000 enzimas diferentes identificadas más otras aún por descubrir que participan a unas velocidades vertiginosas en el proceso de cambiar y renovar todo lo necesario para mantenernos vivos.

 

Estos pequeños nutrientes no son más que proteínas formadas por cadenas muy específicas de aminoácidos. Gracias a ellos podemos transformar una materia en otra: la leche en queso, el mosto en vino, la cebada en cerveza o la masa en pan.

En nuestro organismo conviven una gran cantidad de enzimas cruciales para llevar a cabo todas las reacciones bioquímicas: la digestión de los alimentos, la estimulación del cerebro, el suministro de energía a las células, la reparación de los tejidos, órganos y células… Aunque dispusiésemos de suficientes vitaminas, minerales, agua y otros nutrientes, la vida, en la forma que la conocemos, no sería posible sin la presencia de las enzimas.

Existen 2 tipo de enzimas

Encontramos enzimas digestivas y enzimas metabólicas.

1. Enzimas digestivas

Las primeras se encargan de descomponer las partículas de los alimentos para poder ser almacenados correctamente y utilizados por el organismo. Entre las enzimas digestivas encontramos la amilasa, encargada de romper las moléculas de hidratos de carbono; la lactasa, que descompone el azúcar de la leche, la lactosa; la proteasa, que se encarga de romper las proteínas; o la lipasa, que contribuye a la digestión de las grasas.

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Sopa miso con algas y verduras

2. Enzimas metabólicas

Las enzimas metabólicas se encargan de construir el organismo a partir de los nutrientes almacenados y se encuentran en la sangre, órganos y tejidos, donde cumplen funciones específicas. Por ejemplo, hay enzimas que participan en la cicatrización de heridas, otras que participan en la respiración facilitando la eliminación de dióxido de carbono de los pulmones, otras ayudan a los riñones, hígado, pulmones, piel y colon a eliminar las toxinas del organismo y algunas participan en la construcción de nuevos tejidos, nuevas células, nuevos huesos…

Dentro de este grupo destacan la enzima superóxidodismutasa (SOD), un potente antioxidante que protege a las células de los radicales libres, y la catalasa, encargada de degradar el peróxido de hidrógeno, un producto metabólico de residuo y que libera oxígeno para ser utilizado por el organismo.

Las enzimas de la dieta

Desafortunadamente, hoy día estamos acostumbrados a comer alimentos desvitalizados, sin enzimas y, por lo tanto, desprovistos de vida. Comemos más alimentos comestibles, alimentos que llenan el estómago pero que realmente no nutren y favorecen la aparición de desequilibrios orgánicos como malas digestiones, problemas de peso.

Aunque el cuerpo fabrica enzimas es importante poderlas obtener a partir de la alimentación. Existen muy buenas fuentes de enzimas como frutas, verduras, germinados, tempeh y otros alimentos fermentados como el miso, el tamari, los pickles (verduras fermentadas), el pan con masa madre…A pesar de todo debemos tener en cuenta que estos pequeños nutrientes son extremadamente sensibles al calor, por lo tanto debemos procurar que una parte de la dieta esté formada por alimentos crudos o alimentos fermentados como ya hemos dicho.

También encontramos buenas fuentes de enzimas en la alfalfa y la hierba de trigo, que favorecen una buena salud digestiva y aportan una gran riqueza en nutrientes esenciales. Según el efecto deseado la suplementación con enzimas se recomendará después de las comidas, en el caso de querer optimizar la digestión, o fuera de las comidas si se quiere obtener una acción más antiinflamatoria o mejorar casos de alergias, por ejemplo.

Aumenta la vitalidad de tu dieta

1. Incluye en tus comidas una buena ensalada cruda con ingredientes locales y a ser posible de procedencia ecológica y con germinados y pickles.

2. Condimenta los alimentos con sal marina rica en oligoelementos, en lugar de sal refinada que además de contener solo cloruro de sodio actúa como un inhibidor enzimático.

3. Si comes pan, que sea con masa madre ya que contiene cantidades abundantes de vitaminas, minerales y oligoelementos que estimulan la actividad enzimática en los intestinos.

4. Condimenta los platos con salsa de soja o tamari, el agente enzimático más antiguo que existe. Sus propiedades activadoras de la digestión se conocen en Asia desde hace miles de años.

 

Suplementación

Otra forma de obtener las enzimas es a través de una buena suplementación como es el caso de la papaína, enzima proveniente de la fruta de la papaya, o la bromelaína, proveniente de la piña, enzimas proteolíticas que se utilizan para mejorar la digestión.

En cualquier caso, siempre recomiendo consultar con el profesional de la salud.

Fuente:

  • Recetas nutritivas que curan, Phyllis A. Tickle, Editorial Oceano-Ambar

Jordina Casademunt

Nutricionista

    @jordinacasa
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