Para aclarar un poco el panorama, repasamos algunas de las alternativas más conocidas para entender más en profundidad el tema y los criterios que hay que tener en cuenta a la hora de elegir el agua que bebemos.
¿Qué opciones de aguas hay para poder beber?
Analizamos las alternativas más comunes que tenemos para consumir agua.
El agua de red
La más económica, en términos de medio ambiente y de bolsillo, es el agua de red.
En España, los municipios son responsables de asegurar que el agua suministrada sea apta para el consumo humano. Sin embargo, el agua de grifo, aunque sepa bien, no siempre es una opción del todo segura. Además de la presencia de tóxicos vinculados a residuos sanitarios, agroquímicos, industriales o metales pesados, entre otros, la cloración a la que se somete el agua en la planta potabilizadora puede generar problemas con subproductos tóxicos como los trihalometanos.
En nuestro país hay diferencias sustanciales de calidad y organolépticas entre el agua de la red de las diferentes localidades.
El agua de grifo, aunque sepa bien, no es siempre una opción del todo segura.
El agua embotellada
La alternativa más conocida son las aguas embotelladas y, aquí, se abre todo un abanico de posibilidades. Lo más importante es leer las etiquetas, con la información exigida por la legislación y necesaria para poder elegir bien.
Las 5 claves para escoger bien el agua embotellada
1. La denominación
Lo primero que podemos distinguir en un agua envasada es la denominación “agua mineral natural”, “agua de manantial” o “agua preparada”.
- Agua mineral natural: tienen origen en un estrato o yacimiento subterráneo y brotan de un manantial natural o perforado, contienen minerales y son puras, ya que el acuífero está protegido contra todo riesgo de contaminación.
- Aguas de manantial: son también seguras, aunque sus características organolépticas, químicas y de pureza son algo menos exigentes. Además, no hay obligación de indicar la composición química.
- Aguas potables preparadas: son sometidas a tratamientos autorizados fisicoquímicos necesarios para que reúnan las características establecidas. Pueden provenir de manantial o captación o de abastecimiento público.
2. El residuo seco
A diferencia de las otras dos, el agua mineral natural tiene la obligación de llevar la mención de la composición analítica. Es decir, debe especificar si es de mineralización débil o si es bicarbonatada o cálcica… Esta información es útil y debería ser otro de los criterios a la hora de elegir, después de la denominación.
En la composición se especifica, por un lado, la cantidad de minerales disueltos en el agua, lo que da lugar a cuatro categorías:
- Agua de mineralización muy débil
- Agua de mineralización débil
- Agua de mineralización media
- Agua de mineralización fuerte
Esto queda reflejado en el residuo seco. Para un adulto sano, un agua mineral natural de mineralización débil es una opción adecuada, ya que muy débil es quizás un agua un poco “vacía” nutricionalmente; y la de mineralización fuerte puede ser un poco pesada para los órganos de eliminación. Así, generalizando, para un adulto sano, un residuo seco que ronde los 150 mg/l es una alternativa razonable. Por ejemplo, la marcas Caldes de Boí o Veri tienen agua mineral natural con residuos secos de entre 100 y 120 mg/l.
Si el agua que buscamos es para uso infantil, entonces tiene sentido buscar un agua de mineralización muy débil, con un residuo seco más bajo, para no sobrecargar los riñones. Las marcas Bezoya o Bronchales tienen, por ejemplo, agua mineral natural con residuo seco de solo 28 y 35 mg/l, respectivamente, con lo que son aptas también para los más pequeños.
3. La cantidad determinante de un mineral
Después también están las menciones en función de la cantidad de un determinado mineral contenido en el agua. Por ejemplo, las aguas cálcicas tienen más de 200 mg/l de calcio, las magnésicas, 50 mg/l de magnesio, y así con el cloruro, el flúor, el sodio… Es algo que podemos tener en cuenta si buscamos o queremos evitar los efectos de determinados minerales.
Las aguas indicadas para dietas pobres en sodio, cuando los riñones no funcionan del todo bien o cuando hay problemas de tensión por ejemplo, son las que contienen hasta 20 mg/l como máximo de este mineral. Las marcas Solán de Cabras y Sant Aniol, por ejemplo, tienen entre 5 y 7 mg/l de sodio y, por tanto, están indicadas para dietas pobres en sodio.
4. La procedencia
Otro dato que también aparece en la etiqueta y que nos puede hacer decidir es el lugar de procedencia, que es donde se encuentra el punto de captación o manantial, ya que, cuanto menos viaje tenga que hacer el agua hasta nosotros, mucho mejor.
5. La data de consumo preferente
También se puede tener en cuenta la fecha de consumo preferente, porque, aunque las aguas envasadas no caducan, se recomienda consumirlas antes de una determinada fecha por cuestiones organolépticas.
El impacto medioambiental del agua embotellada
Sin todo esto, el mayor inconveniente que plantean las aguas embotelladas es en términos medioambientales: se utilizan grandes cantidades de petróleo para fabricar los envases de plástico, se gastan muchos recursos para transportarlos y, después, las botellas tardan demasiado tiempo (cientos de años) en descomponerse.
Un porcentaje muy pequeño de los envases de agua se recicla efectivamente. Este es un aspecto que no deberíamos despreciar en los tiempos de crisis medioambiental actuales. Por otra parte, si el plástico se somete a altas temperaturas, puede haber una migración de tóxicos al agua.
Las aguas embotelladas en envases de vidrio, aunque probablemente no son la opción más práctica, se convierten una alternativa mucho más sostenible y segura. Algunas marcas que ofrecen este envase son Veri o Solán de Cabras.
Los filtros, ventajas y desventajas
La otra alternativa doméstica que cada vez se considera más son los filtros purificadores de agua. Aquí, otra vez, hay muchos sistemas que permiten mejorar la calidad y hacen posible beber el agua del grifo. Las dos tecnologías más conocidas son la ósmosis inversa y los filtros de carbono.
- Osmosi inversi
La ósmosis es un sistema de depuración del agua de red que consiste en que el agua fluye a través de una membrana que separa un agua rica en solutos de otra prácticamente pura. Los modelos suelen colocarse debajo del fregadero y el mantenimiento consiste en cambiar la membrana cada pocos años y los filtros cada año.
Es un sistema muy práctico y seguro, pero también tiene inconvenientes: por un lado se multiplica el gasto del agua, ya que se obtiene 1 litro de agua filtrada por cada 4 litros suministrados. De todos modos, evidentemente, se puede hacer un uso racional del agua filtrada, ya que se obtiene de un pequeño grifo que se coloca al lado del de la red. Otro inconveniente es que el agua depurada es pobre en minerales.
- Filtros de carboni
Los filtros de carbón activado que llevan las jarras como las de la marca Brita tienen, por un lado, un poder de depuración limitado, ya que eliminan el cloro y una parte de los plaguicidas y el plomo, pero no retienen otros metales ni los nitratos. Para deshacernos del cloro solo habría que colocar el agua que queremos usar en un recipiente con boca ancha destapado durante unas horas y dejar que se evapore.
Sin agua no podríamos vivir
El agua es un nutriente esencial; esto quiere decir que el organismo no la fabrica en las cantidades que necesitamos y, por tanto, tenemos que obtenerla a través de la dieta, o sea, bebiendo directamente y también a partir de los alimentos hidratados que ingerimos.
La deshidratación aparece cuando el organismo no tiene suficiente agua como debería; puede ser más o menos grave, e incluso mortal, ya que el agua cumple funciones vitales. Por eso es clave plantearse una ingesta adecuada en cantidad y calidad.
La sed es el mecanismo más importante para regular los líquidos corporales e impedir la deshidratación. Por lo tanto, la mejor manera de asegurar un aporte adecuado de agua es comiendo alimentos hidratados y bebiendo cuando tenemos sed. A veces se puede perder este mecanismo regulador que es la sed; en este caso, hay que prestar más atención a la ingesta de agua regular para evitar la deshidratación.