¿Os habéis preguntado nunca qué importancia tiene el “crujir” en la comida? Antropológicamente, el acto de comer responde en primera instancia a una necesidad básica y, en segundo lugar, a unos hábitos adquiridos. Un ser humano puede aguantar no más de un mes sin comer, es decir, si nuestro organismo se ve privado de alimentos alrededor de treinta días consecutivos, muere. Esta relación de dependencia vital es la base que impulsa nuestro instinto animal a buscar comida y a alimentarnos de forma regular para poder mantenernos vivos y sanos, lo cual genera un vínculo diario e irrenunciable con los alimentos. Cómo nos alimentamos, con qué, cuándo, con quién y con qué significado ya trasciende la esfera de lo instintivo e irracional y se adentra en el territorio de lo social y de lo cultural.
Esta curiosa dualidad entre la necesidad vital y los hábitos adquiridos convierten el acto de comer en mucho más que una simple manera de saciar el hambre y mantenernos vivos. La comida es fuente de placer, un placer que no solo se percibe a través del gusto sino que implica a todo el resto de sentidos: la comida se degusta, se huele, se toca, se siente y se admira. Pero ¿cómo afectan estas percepciones a la sensación de saciedad?
Hay quien asegura que le encantan los batidos verdes, pero solamente con ellos se llega a la hora de comer con un hambre atroz (si no se ha picado nada por el camino, claro). Lo mismo les puede ocurrir a estudiantes, deportistas o personas que tienen un gran desgaste físico o intelectual y que no acaban de dar con el desayuno sano que les dé energía y sensación de saciedad hasta la hora de comer. Los zumos, los batidos, los porridges o los púdines pueden ser una gran opción saludable para muchos, pero hay quienes sienten la “necesidad de masticar y de crujir” para sentirse realmente saciados.
¿Qué hago si necesito un desayuno crujiente?
Sin duda, los porridges y los batidos son formas sanas de empezar el día pero si echamos de menos crujir y masticar, es posible que nos quedemos con sensación de hambre. ¿Qué hacemos si tampoco queremos volver al tradicional bocadillo?
Podemos optar por mueslis a base de frutas y cereales ecológicos (cultivados sin agrotóxicos) e integrales, es decir, granos que no están refinados, a los que no se les ha quitado la cáscara (el salvado), ni la semilla. Los integrales son bajos en materia grasa, tienen más vitaminas y minerales que los refinados y son ricos en fibra y en hidratos de carbono complejos que se metabolizan más lentamente, lo que nos proporcionará energía de forma más continua, sin picos de cansancio ni necesidad de picar dulce.
Podemos preparar nuestra mezcla de muesli desde casa, escogiendo los ingredientes que más nos gusten, o bien optar por uno bio empaquetado, siempre y cuando nos aseguremos de que las mezclas son saludables y los ingredientes que utilizan, de calidad.
El surtido de mueslis de Bjorg
Con el objetivo de ofrecer desayunos sanos y energéticos sin renunciar al placer, la francesa Bjorg ha lanzado al mercado su línea de mueslis bio sin azúcares añadidos: muesli de avena con chocolate, muesli con frutos del bosque y muesli con fruta deshidratada.
En España, están distribuidos por Qbio y los encontrarás en tiendas especializadas y herbolarios.