Estas últimas semanas es posible que os haya llegado la polémica suscitada alrededor del modelo de etiquetado frontal llamado Nutri-score.
Desde Justicia Alimentaria hemos lanzado un informe donde explicamos por qué la metodología Nutri-score está pensada para defender los intereses de la industria alimentaria –concretamente la procesada y ultraprocesada– y no para defender nuestro derecho a la alimentación saludable, y también que hay propuestas mucho más eficaces, como la de la OMS, que, en nuestra opinión, es la que se debe utilizar. No solo para regular el etiquetado, sino también la publicidad alimentaria dirigida a la población infantil.
Porque, no os engañéis, cuando hablamos de Nutri-Score no hablamos tan solo de un sistema de etiquetado, sino de definir cuál será el sistema para distinguir y clasificar la alimentación. Es decir, hablamos del pilar donde se tienen que sostener todas las futuras políticas de salud alimentaria de nuestro país, especialmente la que más preocupa a las grandes multinacionales de la alimentación ultraprocesada: la publicidad dirigida a la población infantil.
Diferencias entre Nutri-score y OMS
Para entenderlo bien, es necesario comparar el sistema de Nutri-Score y lo propuesto el año 2015 por la OMS y analizar sus diferencias.
1-El origen de las propuestas
La primera diferencia entre ambos sistemas se encuentra en su origen. Es importante saber de dónde vienen las propuestas, porque esto nos puede ayudar a saber cuál es su intención. Como es obvio, no es igual si una regulación proviene de instituciones públicas y organismos independientes o si viene de parte de empresas que se verán afectadas.
Pues bien, en el caso de Nutri-Score, la historia comienza con la FoodStandards Agency (FSA, el equivalente del Reino Unido de la AESAN española), que encargó una investigación para desarrollar un modelo de perfil de nutrientes para que la agencia reguladora de medios de comunicación del Reino Unido (conocida como la Ofcom) pudiera regular la publicidad de alimentos destinada a la población infantil. O sea, un sistema de clasificación de alimentos saludables (publicidad permitida) e insanos (publicidad prohibida).
El encargo de la FSA recayó en la Fundación Británica del Corazón, que se puso manos a la obra en el desarrollo de ese modelo de perfil nutricional. Hasta ahí todo normal, pero si seguimos leyendo, podemos comprobar como el equipo de trabajo coordinado por la Fundación Británica del Corazón (BHF) estaba constituido por una persona del Departamento de Salud, una dietista a título individual, una persona de la Fundación Británica de Nutrición, una de la Federación de Alimentación y Bebidas (la industria alimentaria), una del Consorcio Británico de Distribución alimentaria (los supermercados) y una de una asociación de consumo (ConsumersAssociation).
Para hacernos una idea, por lo que respecta a la Fundación Británica de Nutrición, estos son algunos de sus actuales miembros corporativos: Alpro, Arla, British Sugar, Cargill, Coca Cola, Danone, DuPont, Ferrero, General Mills, Kellogg’s, Marks and Spencer, Mars, McDonald’s, Mondelez.
Sin embargo, en los perfiles nutricionales que ha desarrollado la OMS, la industria no ha participado y esto explica lo que viene después.
2-Regulación categórica o gradual
La segunda de las diferencias la encontramos en la misma naturaleza del tipo de regulación. Tenemos dos tipos de modelos, los categóricos y los graduales.
A.-Entre los modelos categóricos encontramos los perfiles de la OMS, el modelo del Hexágono de Chile o el utilizado en Portugal. Podríamos decir que son aquellos que establecen umbrales para cada uno de los ingredientes críticos seleccionados, de manera que si un alimento supera ese umbral—o sea, es alto en grasa, sal o azúcar— se declara automáticamente insano. Es un sistema binario de SÍ o NO.
Debemos tener en cuenta que, en los sistemas categóricos, basta con que un alimento supere la cantidad de uno de los ingredientes críticos para que sea etiquetado como “alto en”, se prohíba su publicidad o se corrija su precio a través de impuestos.
Además, la mayor parte de los sistemas categóricos distinguen entre distintos tipos de alimentos y hay distintos umbrales para cada grupo alimenticio. Por ejemplo, en el sistema OMS Europa existen 17 grupos (cereales de desayuno, carnes procesadas, lácteos, bollería industrial, frutas y verduras, etc.) y el de Portugal tiene 20. Estos perfiles basados en categorías de alimentos son interesantes, ya que permiten afinar los umbrales en función del tipo de alimento. Así podemos exigir más en grasas saturadas a los yogures o a la comida para llevar y menos a los aceites como el de oliva. O, por ejemplo, podemos introducir un rango de 0 para los edulcorantes en bebidas lácteas (es decir, no pueden llevar ni azúcares añadidos ni edulcorantes para ser considerados saludables).
B.-Los sistemas graduales o de algoritmo, por el contrario, introducen en el perfil nutricional un elemento de subjetividad. En el caso de Nutri-Score se basa en un sistema de clasificación de 5 letras y colores basado en un algoritmo, en el que la A de color verde oscuro es la mejor opción y la E roja es la peor, pasando por la B, la C y la D.
En los categóricos no hay mucho que discutir, pasas el corte o no. En los graduales, en cambio, hay que valorar, de manera subjetiva, qué importancia concede cada cual al exceso de azúcares, de grasas saturadas o de sal.
Hay aspectos que pueden ser más o menos claros, pero otros no tanto. Esta es una de las características del sistema de Nutri-Score que más gusta a la industria alimentaria: la subjetividad y la posibilidad de ajuste.
La cantidad de ingredientes críticos se puede ir retocando y reformulando de manera que pase el corte, aunque alguno de ellos siga siendo alto. Sin embargo, juzgad vosotros qué sistema es más claro para los consumidores.
3- Sistema compensatorio o no compensatorio
La tercera diferencia entre los dos modelos es su naturaleza compensatoria o no compensatoria.
Así, el sistema Nutri-Score se encuadra en los compensatorios, lo cual quiere decir que un alimento puede tener mucho azúcar, sal o grasas saturadas, pero si lo compensa a través de los llamados nutrientes «buenos», es decir: la fibra alimentaria, la fruta y verdura o, como último recurso, la proteína, pues el algoritmo le mejora la puntuación. Por ejemplo, si un alimento hiperazucarado (insano) lleva, al mismo tiempo, algo de fruta (sano), puede que el algoritmo, al analizarlo, lo perdone. De esta manera, aunque en un sistema no compensatorio como el de la OMS se consideraría insano, aquí sale con un sello saludable y puede, por ejemplo, publicitarse sin restricción ninguna al público infantil.
Como resumen, la industria alimentaria ha conseguido que el sistema Nutri-Score no solo no sirva para dejar fuera de los espacios publicitarios infantiles sus productos, sino que además les da una oportunidad lavar su imagen, y esto es porque, como hemos visto, el cálculo del algoritmo hace que la mayor parte de los productos obtengan una clasificación verde a pesar de contener altos niveles de azúcar, grasa o sal.
Existen diversos estudios que han comparado los principales perfiles nutricionales aquí presentados. La inmensa mayoría llegan a resultados muy similares: el Nutri-Score/Ofcom es más permisivo (en algunos tipos de productos, bastante más permisivo) que el de la OMS Europa y el portugués. Una de las primeras investigaciones que intentó comparar estos dos grandes tipos de modelo se realizó en 2013. En ella se analizaron alimentos que la propia industria había declarado como saludables (en función de unos criterios propios) y posteriormente se analizaron a través de dos sistemas de perfiles nutricionales: el del Reino Unido (Ofcom) y el danés (que, juntamente con el noruego, sirvieron de base para el sistema OMS Europa).
El resultado fue que el sistema danés/OMS clasificó como saludables solamente el 7% de todos los alimentos estudiados, mientras que el Ofcom dejó pasar el 37%. Fueron clasificados como saludables buena parte de los cereales de desayuno, los productos cárnicos, los platos precocinados y zumos y demás bebidas que no eran agua. Productos que el sistema danés señaló como insanos. Es decir, corrigió a la industria alimentaria en más de 9 de cada 10 productos.
Ya veis que no se trata tan solo de un debate técnico, sino que va mucho más allá. Tenemos que elegir qué sistema vamos a tener en uno de los pocos países de la UE que no ha puesto en marcha ninguna de las políticas de salud alimentaria que la OMS lleva reclamando desde hace más de 10 años. Este vacío es grave per se, pero lo es aún más si tenemos en cuenta que es una de las regiones europeas con peores índices de salud alimentaria en población infantil o que la alimentación insana es el principal riesgo de salud para la población española, muy por encima del resto.
Se trata de decidir a quién y qué se quiere proteger de forma prioritaria, la salud de la población o el beneficio de las grandes empresas del ultraprocesado. No hay más. Y, por ahora, vamos perdiendo.