Es actor, escritor, director. Va despeinado y habla pausado. Hemos quedado en Chamberí, en la Plaza Olavide, uno de los mejores lugares del mundo para estar en un mes de mayo como éste.

El tópico manido de que en Madrid sólo hay dos estaciones es cierto: o hace mucho frío, o demasiada calor; el resto, no existe. La ropa de entretiempo en esta ciudad sale poco del armario. Y este día es de mucho calor. Es el tema principal en todos los ascensores de la capital. Hemos quedado en Mamá Camp, un excelente restaurante ecológico cuyos propietarios regentan, además, un colmado y una tienda infantil con talleres de cocina para los más pequeños.

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Creo que no conozco a nadie de mi profesión que tenga una relación del todo normal con la alimentación…

¿Y tú?

En 2009 padecía ansiedad y empecé a tratarme de distintas maneras. Quise ver también cómo me afectaba la alimentación y me hice las pruebas de intolerancia.

¿Qué resultados dieron las pruebas?

Estuvo bien hacerse las pruebas, y está bien saber según qué cosas, pero intento no convertirlo en una obsesión, no llevarlo demasiado a rajatabla.

Si seguimos la premisa de que somos lo que comemos, ¿cómo eres tú?

[Risas.] Buena pregunta… [Piensa.] Pues yo creo que fresquito y ligero, con concesiones.

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¿Ha cambiado mucho tu lista de la compra en la última década?

Mucho, sí. Sobre todo en la cantidad de fruta y vegetales que aparecen ahora en mi carrito. Y en cambio, he dejado la leche de vaca, el azúcar blanco… Cosas que notaba que no me sentaban bien. Tomo pasta integral, arroz integral, espelta… Vivo justo encima del Mercado de los Mostenses, compro mucho allí, tienen un género muy rico. También compro en un herbolario cercano.

¿Cocinas?

¡Sí! Y bastante bien… Soy muy ensaladero. También cocino arroz integral con multitud de cosas: con verduras, con pescado… Hago una lasaña de calabaza buenísima. Y cocino las verduras de muchas maneras. Pero si hay algo famoso, es el súper zumo que me preparo cada mañana.

¡¿…?!

Sí, es muy popular. Siempre que alguien se queda a dormir a casa lo pide.

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¿Y qué lleva?

Naranja, limón, apio, zanahoria y manzana. Lo hago en la licuadora. Yo soy muy madrugador; aunque no trabaje, a las ocho como muy tarde estoy arriba. Con el zumo empieza el día, y luego a media mañana ya me tomo un sándwich de pavo, con tomate y queso fresco… Intento no tomar lactosa, pero el queso me pierde…

¿La alimentación y el estado de ánimo tienen relación?

Totalmente. Yo lo noto. Hay alimentos que me excitan más o que si los tomo me cuesta más conciliar el sueño. Por ejemplo, el ceviche me da muchísima energía. Y el zumo de cada mañana también. Creo que los alimentos que me dan energía son los ligeros pero contundentes.

¿Hay alimentos concretos que tomes cuando tienes más trabajo?

Cuando no estoy rodando puedo ser más disciplinado con lo que como, lo que compro… Ahora que llevamos dos meses de funciones en el teatro, es todo un poco más desastre. Hay días que salgo del teatro a las ocho y lo único que me apetece es ir a tomarme un gintonic. Ya sé que eso está fatal, pero…

O sea, podríamos decir que, a un actor, tener trabajo le perjudica la salud…

¡No, no! [Risas.] En mi caso, al contrario. No tener trabajo me hace ser más riguroso con la alimentación y el deporte, pero mi estado espiritual está mucho peor…

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El común de los mortales desayuna poco, come rápido, pica algo para llegar a la noche y luego cena mucho… ¿Tú lo haces?

Esa es una de las cosas que más he cambiado en los últimos cinco años. Te diría que yo vivía así, pero he pasado a hacer lo contrario. A partir de las seis de la tarde, procuro que lo que como sea simbólico. Mira, lo que sí que creo que es malo para la alimentación, al menos en mi caso, es estar en pareja…

¿Sí? Pero será al principio, que estás distraído…

No te creas… Al menos las veces que he tenido relaciones largas, me doy cuenta que la gente que no se dedica a esto tiene una relación con la alimentación y su propio aspecto mucho más relajada. Hacen eso: no desayunar, comer poco… y cuando llega la hora de cenar, bajan la guardia, se relajan… y la lían. ¡Y eso es un rollo! Porque si convives con alguien, ¿qué haces?, ¿mirar mientras come? [Ríe.] Para mí, en mi familia, sentarse en la mesa tiene mucho de pequeña celebración cotidiana, te cuentas cómo ha ido el día… Y si la otra persona cena pasta a la boloñesa y filete con patatas, y tú te tomas un yogur de soja, pues…

Allí empieza el desamor…

[Risas.] ¡Claro! Allí empiezan los problemas…

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¿Para ti comer es un placer o una necesidad?

Yo lo considero un placer. Absolutamente. Recuerdo la primera persona que me dijo que si por ella fuera no comería… Me quedé atónito. Yo creo que comer es un gozo.

En el oficio de actor, ¿se da importancia a la alimentación por el aspecto o por salud?, ¿para salir bien en la foto o para estar sano?

Yo he padecido épocas en mi vida de un desarreglo alimenticio importante, porque al final, lo que se te pide, es un aspecto, no salud. En eso he cambiado mucho en los últimos años. Yo hago deporte a diario y cuido mi alimentación por una cuestión de estado de ánimo y físico, pero sobre todo para sentirme bien. Claro que verte bien en el espejo te gusta, pero desde luego mi criterio actual de lo que significa estar bien tiene mucho más que ver con estar sano que con los parámetros estéticos que exige la profesión.

En esta profesión, creo que por una cuestión más superficial de que era cool alimentarse bien, se ha ido asentando cierta toma de conciencia de que alimentarse bien sí es importante, pero todavía falta; es importante tomar conciencia de que somos lo que comemos.

Me decías que para ti comer es un placer… ¿Cuál es para ti la comida más placentera?

Creo que lo que más feliz me hace es un bocadillo de jamón con tomate y una copa de vino.

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Emma Vallespinós
Emma Vallespinós

Periodista