Es una tarde de lluvia no prevista en Madrid. Así que el agua trunca los planes cotidianos de muchos: se vacían las calles, y se llenan los bares. Nos citamos en el Federal Café (Plaza Comendadoras, 9) un local que, por sus enormes ventanales, parece haber sido creado para días soleados. A pesar de esto, esta tarde está lleno a rebosar: madres con bebés, solitarios tableta en mano o grupos de universitarios tomando café pueblan el local. Elena Furiase (Madrid, 1988) llega sorprendida, también, por esta lluvia insolente que pone, irremediablemente, la ciudad patas arriba. Se sienta, sonríe y pide agua mineral con una rodaja de limón.
Todos los invitados de esta sección identifican claramente el momento que marcó un antes y un después en su alimentación. ¿Cuál fue el tuyo?
Yo nunca he estado dentro del canon habitual de belleza; siempre he tenido tendencia a engordar y toda mi vida he estado medio a dieta. En un momento determinado, empecé a comer muy mal, y me dio una anemia terrible. Mi tía Rosario [Flores] me habló de una clínica en Zaragoza que hacía análisis de intolerancia alimentaria. Eso fue el comienzo de todo.
¿Fuiste?
Sí. Yo tenía, además de la anemia, unas digestiones muy pesadas, aunque comiera poco; y me dormía por las esquinas. Tras el análisis de intolerancias, te dan una lista de unos quinientos alimentos y te dicen los que no puedes comer y los que puedes comer poco. Tienes que seguir esas recomendaciones durante un año, y luego hacerte otra vez la analítica.
¿Qué alimentos te sientan bien y cuáles no?
Las berenjenas no puedo ni tocarlas; el trigo, poco e integral; el tomate, muy poco; el espárrago y el ajo, nada; la carne, fuera, ni cerdo ni ternera. Mira que a mí me gusta la carne, pero… Tampoco puedo beber leche de vaca, ni siquiera de soja, aunque sí tolero bien el queso de vaca y el de oveja. El de cabra no.
¿Te sientes mejor?
Empecé en septiembre, y sí me noto mucho mejor. La anemia ha mejorado considerablemente. Me noto con mucha más energía. Los alimentos que tomo son los alimentos que me sientan bien, que digiero bien.
¿Tienes mono de algún alimento?
¡Echo mucho de menos las patatas y los huevos!
Habrás descubierto alimentos nuevos…
¡Sí! ¡La quinoa! No la conocía y ahora tomo mucha. En casa hacemos croquetas de quinoa, hamburguesas de quinoa… ¡Es una pasada! Me hago hamburguesas de quinoa, le meto el queso, los champiñones, la lechuga, pan de maíz… ¡y parece una hamburguesa normal! Además, como vivo con mi hermano y con mi madre [Lolita] les obligo a comer de lo mío… [Ríe.]
¿Te has vuelto una obsesiva en leer las etiquetas en el súper?
Claro, ahora me fijo mucho, para descartar lo que puedo comprar y lo que no. Busco con lupa si contiene huevo, trigo…
¿Es fácil compatibilizar tu nueva forma de alimentarte con tu profesión?
Sí, en mi caso es muy fácil, porque son alimentos que se encuentran en cualquier sitio. Aunque en un cóctel, una entrega de premios o en un rodaje me lo tengo que saltar. Los desayunos en este tipo de lugares siempre incluyen bollería, pan normal… No me deja mucho margen. Y a la hora de comer, si hay arroz y huevos con patatas, pues intento inclinarme por el arroz, no comer pan…
¿Cómo son ahora tus desayunos?
Tomo pan de maíz tostado, aceite de girasol, porque el de oliva no puedo, sal yodada, un poco de pavo… Zumo de mandarina, o un poco de piña. La naranja no puedo tomarla a diario por su acidez.
¿Influye lo que comemos en nuestro estado de ánimo?
Yo creo que los estados de ánimo dependen de otras cosas. Lo que comemos influye en nuestro organismo, pero considero que no en lo emocional.
¿Ha cambiado mucho tu forma de hacer la compra?
Realmente no, porque no como nada raro. Es muy sencillo encontrar productos sin gluten y la información detallada sobre lo que lleva y lo que no. Lo malo es el precio… No puedo comprarme galletas de herbolario, yo tengo que ir a las grandes superficies. Creo que si estos productos fueran más económicos, más gente se sumaría a comer mejor y más sano.
Cuidar lo que comes… ¿lo vives como un esfuerzo?
Al principio no, estaba muy motivada. Hacía fotos de mis pizzas de maíz y las colgaba en Instagram. Pero ahora empiezo a verlo como un sufrimiento, a veces. Lo que yo como está muy rico, pero a veces tengo mono de cosas que no puedo comer. Si llego a este punto, me lo como y fuera culpabilidad. La culpa es un sentimiento muy absurdo. Del error se aprende y punto.
¿Pero vale la pena este esfuerzo?
Sí, sí, por supuesto. Me noto muy bien. Hace un par de años estuve muy mala por la anemia y eso me afectó en muchos aspectos. Pero ahora me siento muy bien. No lo dejaría, y cuando llegue septiembre, repetiré los análisis, sin duda.