La cosmética bio es una opción imprescindible para los que quieren llevar una vida saludable y participar de un entorno sostenible. La cosmética bio más selecta está vinculada con pequeñas empresas sostenibles –más que con grandes grupos empresariales– que tienen mucho en cuenta la ética, la no-experimentación con animales y el trabajo en un entorno ecológico con ingredientes cien por cien naturales. A menudo tienen certificaciones (Ecocert, Cosmebio, etc.), pero los sellos no lo son todo: algunos productos elaborados con ingredientes impecables no tienen certificación bio por razones burocráticas o económicas. Si nos da pereza leer el INCI –la etiqueta en la que figura la verdadera composición del cosmético–, por lo menos la certificación nos garantiza que el producto está verdaderamente libre de todas las sustancias potencialmente tóxicas que a menudo lleva la cosmética convencional. Más de seis mil sustancias están permitidas en cosmética, pero eso no quiere decir que no tengan efectos perjudiciales: están permitidas, pero no controladas; es decir, no se hace un seguimiento de los efectos nocivos que puedan tener.
Hace poco, el programa de TV3 de divulgación científica Què Qui Com emitió las explicaciones de una dermatóloga del Hospital Vall d’Hebron sobre los disruptores hormonales de los cosméticos convencionales: es ya una evidencia que penetran en el organismo y que se han encontrado en varios tipo de tumores. Por este motivo, la cosmética bio es la alternativa más recomendable para tener cuidado de la piel y de la salud al mismo tiempo, especialmente cuando se trata de cremas corporales o faciales de uso diario. Dentro de la cosmética bio hay las típicas cremas de herbolario o farmacia, de precios muy asequibles (Cattier, Weleda, Logona), pero también cosmética de precio medio y características muy interesantes, como Yipsophilia, Gamarde, con una línea antimanchas muy interesante, o Mádara, hecha de hierbas del Báltico. Igualmente empezamos a encontrar en el mercado una cosmética glamurosa de alta gama muy eficaz: es el caso de Dulkamara, que ha revolucionado el tratamiento de pieles problemáticas, reactivas o con cuperosis con el extracto de bambú que llevan todos sus productos; o el de The Organic Pharmacy, una marca inglesa muy parecida a Dr. Hauschka basada en la homeopatía que hasta ahora no se podía encontrar en nuestro país.
Cuando nos acostumbramos a los aromas de la cosmética natural certificada bio cuesta mucho dar marcha atrás: al principio parecen peculiares –pero siempre ligeros–; más adelante, cada vez que se huele una crema convencional, los perfumes sintéticos resultan empalagosos. El interés de elegir marcas certificadas o recomendadas por un profesional fiable es que garantizan un porcentaje elevado de ingredientes de la agricultura ecológica, así como la ausencia total de derivados del petróleo, metales pesados y otros componentes potencialmente cancerígenos. Y ya sabemos que no nos podemos fiar del marketing, que utiliza la etiqueta “Cosmética natural” como un reclamo que a menudo contradice la composición auténtica del producto.
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