Todo empieza en el bajo peso con el que nacen
“He llegado a hallar una relación entre el bajo peso con el que nacieron las niñas y los niños y la pubertad avanzada”, dice la endocrinóloga Lourdes Ibáñez, del Hospital Sant Joan de Déu. El hecho de que tuvieran poco peso hace que los padres quisieran alimentarlos a base de bien, y cuando se hacen mayores pasan a una alimentación hipercalórica. El objetivo es conseguir que ese niño tenga un peso y un tamaño normal, pero se traspasa la frontera por exceso.
Por obvio que parezca, la aceleración del cuerpo topa con la evolución psíquica de las niñas, que a menudo son capaces de esconderse la protuberancia de los pechos con tallas grandes de jerséis y camisetas o incluso con unos hombros tirados hacia adelante. “Con 8 o 10 años, no tienen ni la mínima intención de ser mujeres”.
Pasó en Australia, pero podría haber pasado aquí. Unos investigadores decidieron estudiar los hábitos alimentarios de unas niñas que habían tenido una menarquía avanzada, es decir habían tenido la primera menstruación en una edad en la que, por años, eran muy niñas. Los niños tampoco quedaban excluidos del estudio, porque presentaban una feminización secundaria, es decir grasa en los pechos (ginecomastia), pene pequeño y grasa acumulada en la barriga. Los estudios apuntaban hacia la alimentación, sobre todo a la ingesta de pizzas, algo en lo que todos coincidían. De entrada, los ingredientes y elaboración de la pizza no indicaba ninguna correlación entre la aceleración hormonal de aquel grupo de niños y de niñas, pero, de repente, se encontró el desatascador: ¡el envase de las pizzas!
Las pizzas era de una casa comercial que las llevaban a domicilio en cajas de cartón. El calor de la pizza deshacía los colorantes impresos de la caja exterior de modo que quedaban depositados en la superficie de la pizza. Estos colorantes hacían de inductores estrogénicos, por lo que a las niñas se les aceleró la aparición de la menarquía y los chicos sufrían una feminización secundaria.
La anécdota, ejemplificadora, la reporta el médico Juan Vidal-Jové. Ahora bien, la endocrinóloga Lourdes Ibáñez, del Hospital Sant Joan de Déu, asegura que en Catalunya las niñas se convierten en mujeres antes. “Hace unos años, la media de la edad era los 12,8 años, ahora está en cuatro y dos puntos por debajo, y todo es por culpa de unos malos hábitos alimenticios”. Y los malos hábitos alimenticios provocan sobrepeso, y si hay sobrepeso, el ovario se pone en marcha antes de tiempo. “Por el contrario, si las niñas están por debajo de su peso, la pubertad se retrasa muchísimo, pero este tema es harina de otro costal”.
A la hora de indicar los malos hábitos alimenticios, tanto Vidal-Jové como Ibáñez cuentan que se ha extendido el mal hábito de comer en todo momento, cuando se deberían respetar las cuatro comidas del día (desayuno, comida, merienda y cena). Además, la dieta es rica en grasas saturadas y en hidratos de carbono de absorción rápida. O sea que la población infantil ingiere excesivos zumos, mayonesas, tomates fritos preparados de bote, refrescos con gas, patatas chips, bollería industrial.
Las consecuencias de una menarquía avanzada no sólo son la incomodidad para una niña que está en edad de jugar, sino “el aumento del riesgo de cáncer de mama”, en palabras de Lourdes Ibáñez. Así pues, “las niñas forman la hormona femenina antes, por lo que tienen más riesgo de desarrollar un cáncer de mama”. Antes de la primera menarquía, habrán tenido una impregnación estrogénica para la formación de senos, luego la menarquía. Podemos estar hablando de que las niñas habrán desarrollado la hormona femenina a los 8 o los 9 años, para la formación de los senos, y a los 10 años, la primera menarquía. La historia es un pez que se muerde la cola. Si hay mala alimentación, hay sobrepeso, si hay sobrepeso, hay aceleración de la pubertad. Y si hay aceleración de la pubertad, hay riesgo de cáncer de mama.
Trini