¿Qué es el SIBO?

La palabra SIBO hace referencia a lo que en inglés se conoce como Small Intestinal Bacterial Overgrowth.  Es decir, el sobrecrecimiento de bacterias en el intestino delgado. Tal y como su nombre indica, este trastorno se define por la presencia excesiva o anómala de bacterias en el intestino delgado (que deberían estar principalmente en el intestino grueso) que puede acabar provocando síntomas asociados.

Intestino SIBO hipoclorhidria

Para detectarlo se suele realizar una prueba que se llama “test de aire espirado” de glucosa o de lactulosa.

Existen cuatro tipos de SIBO, que dependerán del tipo de gas que tus bacterias estén produciendo en exceso. 

  • SIBO de hidrógeno: los síntomas más comunes suelen ser diarrea, en menor ocasión estreñimiento o ambas de forma alternada. 
  • SIBO de metano: cuando se da un sobrecrecimiento de arqueas metanogénicas. Uno de los síntomas más característicos de este tipo de pacientes es el estreñimiento, los gases ruidosos y sin olor.
  • SIFO o SIBO fúngico (sobrecrecimiento de levaduras): el sobrecrecimiento más habitual es el de cándida. Los síntomas suelen ser más fuertes después de consumir alimentos muy dulces.
  • SIBO de sulfuro de hidrógeno: el síntoma más característico es que se suelen tener gases que no hacen sonido, pero que tienen un olor muy fuerte. También alternan diarrea con estreñimiento.

Síntomas del SIBO

El SIBO presenta una gran variedad de síntomas entre los que encontramos:

  • Dolor abdominal
  • Gases
  • Hinchazón o distensión abdominal
  • Alteraciones en el ritmo deposicional (diarrea, estreñimiento)
  • Sensación de pesadez tras las comidas
  • Náuseas
  • Pérdida del apetito
  • Síntomas extradigestivos: fatiga, dolores, ansiedad.

¿Por qué tengo SIBO?

En personas sanas, la cantidad de microorganismos va aumentando de forma progresiva desde el estómago –donde hay un ambiente muy ácido y solo pueden sobrevivir unos pocos–, hasta el colon –donde, al tener un ambiente más neutro, la concentración de microorganismos es más elevada.

El problema se desencadena cuando, por causas diversas, en el intestino delgado crecen bacterias propias del intestino grueso o hay más bacterias de lo que debería.

Las causas digestivas más frecuentes de este desequilibrio son:

  • Trastornos de la motilidad intestinal

El intestino delgado produce, en los periodos de ayuno, unos movimientos que ayudan al cuerpo a eliminar los restos de alimentos y bacterias, el llamado complejo motor migratorio (CMM). Patologías como la diabetes, el hipotiroidismo, el síndrome del intestino irritable (SII), la gastroenteritis crónica o el uso de opiáceos afectan a este movimiento de limpieza, lo que favorece el crecimiento de bacterias.

  • Anomalías anatómicas intestinales

Otras situaciones como los divertículos, la cirugía bariátrica, la enfermedad de Crohn o los problemas en la válvula ileocecal –que controla el paso entre el intestino delgado y el intestino grueso– son alteraciones de la anatomía normal del intestino que también favorecen la proliferación de bacterias.

  •  Hipoclorhidria

Cuando hay hipoclorhidria se genera poco ácido clorhídrico en el estómago. Este ácido, junto con las enzimas digestivas, participa en la digestión de los alimentos y facilita que después el intestino pueda absorber los nutrientes.

Esta carencia de ácido estomacal puede ser debida a una situación de estrés, a un abuso de los medicamentos llamados inhibidores de la bomba de protones –como el omeprazol– o a la vejez, ya que con los años la producción de ácido va disminuyendo progresivamente.

Existen otros factores extradigestivos que también predisponen al SIBO: celiaquía, pancreatitis, rosácea, cistitis, Parkinson u obesidad severa.

Primeros pasos para mejorar sintomatología

Si te han detectado SIBO lo más probable es que debas realizar tratamiento con antibiótico. El tratamiento con antibiótico puede ser tanto alopático, que deberá ser pautado por un médico, o herbal (con plantas antibacterianas como el orégano, la berberina, la boswellia o la artemisa, entre otras). La elección de cada tipo de antibióticos se decidirá según el tipo de SIBO presente y según las necesidades personales de cada paciente.

  • Si tenemos un exceso de hidrógeno (H2), el tratamiento antibiótico más habitual es con rifaximina. Se ha descrito que la rifaximina ejerce efectos eubióticos; modula de manera favorable las bacterias intestinales y promueve el aumento de las beneficiosas.
  • En el caso de tener un exceso de metano (CH4), el SIBO recibe el nombre específico de IMO (intestinal methanogen overgrouth o exceso de metano intestinal). Su tratamiento antibiótico más habitual, esté acompañado o no de un exceso de hidrógeno, es una combinación de dos antibióticos: neomicina y rifaximina. Uno es un antibiótico indicado para reducir la presencia de arqueas, principalmente de la Methanobrevibacter smithii, la casi única productora de metano a nivel intestinal, y el otro está indicado para tratar el exceso de bacterias productoras de hidrógeno.

Es importante saber que, aunque en el resultado del test del aliento no se aprecie un exceso de hidrógeno, las arqueas utilizan este gas para producir metano y es muy probable, pues, que también tengamos un exceso de bacterias productoras de hidrógeno.

Existen opciones de antibióticos naturales que presentan muy buenos resultados en casos no muy severos por sus propiedades bacteriostáticas: el aceite de orégano, el clavo, la canela, el tomillo, la berberina…

Pero, ¿podemos hacer algo más?

El SIBO se debe tratar de forma integrativa, porque si únicamente nos quedamos en el tratamiento antibiótico es fácil que acabemos padeciendo recidivas. Así que sería muy interesante acompañar el tratamiento de:

  • Una alimentación adecuada. En el caso de SIBO de hidrógeno y metano se suele recomendar realizar una dieta FODMAP. Mientras que en el SIFO la alimentación tendrá que ser baja en hidratos de carbono (rica en grasas y proteínas) y en el SIBO de sulfuro se deberá llevar una dieta baja en compuestos azufrados
  • Deja suficiente espacio entre comidas. Cuando dejamos suficiente espacio entre comidas se activa el complejo motor migratorio o lo que podríamos llamar nuestro “camión de la basura”. Estos son los movimientos de limpieza y vaciado que se producen tanto en estómago e intestino cuando no estamos comiendo y se encargan de limpiar el tracto digestivo. Esta limpieza nos ayuda a evitar el sobrecrecimiento de bacterias que se da en el SIBO.
  • Trabaja el estrés. El estrés hace que se reduzca la producción de ácido clorhídrico y empeora la motilidad intestinal, además de aumentar la permeabilidad intestinal. 
  • Descansa adecuadamente. Cuando se dan desajustes en los ritmos circadianos, las tasas de trastornos intestinales suelen ser más elevadas.
  • Haz ejercicio de forma regular. El ejercicio físico mejora la motilidad de nuestros intestinos, algo imprescindible para mantener “limpio” nuestro intestino.
  • Mejora el estado de tus mucosas. Mejorar el estado de las mucosas es muy importante para evitar que se adhieran otros patógenos. Existen algunos suplementos muy útiles en este caso como el aloe vera, la glutamina, el zinc-carnosine, el espino amarillo o la vitamina A.
  • Ve al baño a diario. Ir al baño a diario es lo más detox del mundo. Nos ayuda a eliminar el exceso de tóxicos y de desechos que nuestro cuerpo no quiere. Si ves que te cuesta ir al baño o tienes estreñimiento habitual, puedes probar de dejar por la noche una cucharada sopera de lino en remojo y tomarla en ayunas.
  • y Aunque parezca un contrasentido tomar probióticos, nos pueden ayudar a controlar los síntomas más molestos del SIBO y, fundamentalmente, a restaurar la microbiota después del tratamiento antibiótico.

El problema de las recaídas

Uno de los principales problemas que nos encontramos en los pacientes que padecen SIBO es que es fácil que los primeros días de tratamiento, e incluso una vez finalizado el mismo, se encuentren bien. El problema aparece cuando un tiempo después del tratamiento pertinente, el paciente recae con los mismos síntomas o parecidos.

¿Por qué pasa esto? Porque realmente no se trata únicamente de erradicar al patógeno utilizando antibióticos, sino de comprender la razón por la cual este ha sobrecrecido. Por lo tanto, debemos ir a la raíz del problema y trabajarlo para evitar recaídas.

Las causas de las recaídas pueden ser muchas y muy variadas que pueden ir desde déficits nutricionales, hasta problemas con el complejo motor migratorio, la toma constante de antiácidos, el estrés, un descanso inadecuado, intolerancias alimentarias…

Tratar un SIBO es algo complejo y es muy importante conocer todo el contexto de la persona para poder darle un tratamiento totalmente personalizado y acorde a las necesidades del paciente. En nuestra consulta trabajamos de forma habitual con pacientes que presentan problemas de disbiosis y especialmente SIBO, y trabajamos buscando la raíz del problema para evitar las recaídas. Si te sientes inflamado, tienes tendencia al estreñimiento o diarrea o alternas entre ambos, tienes gases, todo te sienta mal, tus digestiones son pesadas… en la Consulta de Soycomocomo te podemos ayudar.

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