Los plásticos, las fiambreras, las latas, las botellas y también los biberones, por citar algunos de los envases más frecuentes de los alimentos, contienen bisfenol A (BPA), componente que la ciencia ha puesto en el punto de mira como tóxico.
Y es así porque puede interferir en los procesos metabólicos de las personas: como su posible relación con la obesidad humana, especialmente la infantil, pero también con otras enfermedades metabólicas, añade la OMS. “Muchos estudios experimentales, hechos con ratones, demuestran que el bisfenol A puede aumentar el riesgo de obesidad”, informa la investigadora y médico Damaskini Valvi en la sede del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental.
La OMS ha asegurado que el bisfenol A es un disruptor hormonal, un producto químico, que “puede provocar alteraciones hormonales a niveles muy bajos de concentración”, pero mientras lo difunde, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria no lo tiene en cuenta, como indica la periodista especializada en políticas agrarias Esther Vivas: “La situación no es nueva. Cuántos informes loando las virtudes del tabaco financió la industria tabaquera y hoy, afortunadamente, han quedado en papel mojado”.
¿Y por qué es así? Pues porque “muchos trabajadores y expertos de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria acaban trabajando en empresas de la agroindustria y, por lo tanto, habría conflicto de intereses”, continúa Vivas, que pone ejemplos con nombres y apellidos. Por lo tanto, “la seguridad alimentaria no está en buenas manos para la mayoría de la población”.
La médico Damaskini Valvi añade que en humanos, la evidencia entre la ingesta de bisfenol A (ingerida a través de los alimentos a los que habría migrado) y la obesidad infantil, y también adulta, es muy limitada, porque los estudios no han podido establecer relación. Hay un único estudio, publicado, que ha evaluado en niños de México la exposición prenatal al bisfenol A y el riesgo de obesidad infantil, y que los ha relacionado, “pero en ciencia un único estudio no puede llegar a conclusiones”.
El propio Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental tiene en marcha otro para comprobar la asociación entre la exposición a contaminantes durante el embarazo y la infancia y el riesgo de obesidad infantil. Mientras tanto, Valvi recomienda utilizar botellas y fiambreras de cristal en lugar de plástico, como también comer fresco en lugar de alimentos que hayan sido guardados y empaquetados durante muchas horas y evitar al máximo posible “el consumo de productos enlatados como refrescos, atunes en lata o bolsas de plástico con patatas fritas”.
Por otro lado, el psiconeuroinmunólogo Xevi Verdaguer ha relacionado el exceso de estrógenos femeninos, que pueden llegar a causar estreñimiento, por ejemplo, con la ingesta de alimentos calentados en recipientes de plástico.
En la calle, hay dos luchas para lograr que el bisfenol A se elimine de los envoltorios alimentarios: la de los grupos ecologistas que reclaman su prohibición, y la de algunas marcas, como la casa Iris, que actualmente ya tienen en el mercado termos y botellas de agua con etiquetas claras que indican que no contienen bisfenol A.