¿Quién de nosotros no ha comido alguna vez en su vida por aburrimiento, nervios, tristeza o enojo? Desde pequeños nos han enseñado a ver ciertos alimentos como un premio:
“Si no te terminas el plato te quedas sin postre”; “Los fines de semana, mi madre siempre compraba croissants”;”Los viernes por la noche toca pizza”; “En vacaciones, siempre comíamos helado”; “De pequeño, en la escuela, los niños comían chocolate, pero yo no”.
Nos hemos criado con la necesidad de buscar continuamente una recompensa, un premio por lo que hacemos. Y nos premiamos con comida quizás porque no nos premiamos suficiente con otras “cosas”; porque necesitamos un reconocimiento o porque necesitamos el placer o la paz que nos dan ciertos alimentos. La alimentación, muchas veces, cumple la función de llenar agujeros, vacíos emocionales. Por muy llenos que estemos, siempre necesitamos “algo más”.
Y lo peor es que, si lo hacemos, después nos sentimos muy mal. Todos tenemos un juez interior (recomiendo leer el libro Los cuatro acuerdos) que constantemente critica todo lo que nos rodea y a nosotros mismos; todo lo comparamos y hace que nos avergoncemos cuando comemos algo que sabemos que “no deberíamos” comer. Todo ello se incorpora a nuestra mochila de baja autoestima. ¿Cuántas veces nos tenemos que castigar y autoculpar de las cosas que hacemos? ¿Dónde está el límite entre el control y el disfrute?
La autoestima, una asignatura pendiente
Más del 80% de las mujeres que vienen a la mayoría de consultas de nutrición para perder peso, tienen problemas para adelgazar por culpa de la ansiedad. “¡Ay! ¡Esos nervios! ¡Esas emociones! ¡Esas hormonas!
La sociedad en la que vivimos, nuestra cultura, hace que nos creemos una imagen mental de cómo deberíamos ser, que, además, cada vez es más surrealista sobre todo si eres mujer: estar delgada, no tener celulitis, estar siempre contenta, mantenerse joven, ser guapa, ir arreglada, sonreír mucho, ir depilada, vestir muy bien, ser una madre y esposa perfecta, ser simpática y divertida, tener formación y un buen trabajo, rendir cada vez más … Y todo sin poder quejarse ni explotar, claro. Vivimos intentando contentar al entorno constantemente e intentando ser, también, como nosotros queremos. Y como nos damos cuenta de que no podemos agradar a todos, nos rechazamos, y entonces aparece la tristeza, la frustración y la culpabilidad. Sin embargo, queremos que la gente que nos rodea se comporte de una forma que nos facilite la vida a nosotros, y como, obviamente, terminan haciendo lo que quieren, nos sentimos mal y puede que incluso nos acabemos culpando.
Y es aquí donde empieza la relación de amor-odio con la alimentación, cuando empiezan las batallas vitalicias con el peso.
Esto hace que los dietistas y nutricionistas muchas veces acabemos perdiendo a esas pacientes, porque si no “pueden” seguir la dieta, no vendrán más. A los hombres, en general, por otra parte, no les es tan difícil; cuando se proponen algo, lo persiguen y no hay nada que les afecte, más allá de unas vacaciones.
¿Cómo podemos reducir la ansiedad?
¿Qué podemos hacer para reducir la ansiedad y dejar de relacionarla con la alimentación? Los consejos principales de coaching nutricional hablan de…
- Buscar la felicidad en el presente, no en el futuro.
- Ocupar el tiempo en cosas que nos hagan sentir bien. Si no os gusta planchar o cocinar, pedid a la pareja o compañero de piso de organizaros, o pagad a alguien para que os ayude. Si os toca a vosotros, hacedlo de modo que os lo paséis bien: poned música, poned vuestro programa favorito de fondo o apuntaros a un curso de cocina (¡os sorprenderéis!). Los abuelos y los canguros ayudan mucho. Os ayudará hacer una lista de las personas y actividades que os hacen sentir llenos por dentro, que os llenan, os hacen desconectar y os hacen sentir bien. Intentad que no sea ninguna actividad relacionada con la comida. Si hay pocas, buscad en el pasado qué os gustaba hacer o intentad cosas nuevas cada semana. Intentad ocupar cada día con una de estas cosas o personas como mínimo.
- Pegad una foto vuestra que os guste mucho en una hoja y escribid alrededor todo lo que os gusta de vosotros (obviando lo que no).
- Haced una lista de las cosas que habéis conseguido en la vida y escribid al lado cómo y por qué lo conseguisteis. Si habéis podido hacerlo, podréis hacer lo que queráis.
- No deis tanta importancia a las cosas. Relativizad, ved la situación desde fuera, desconectad y pasad a la acción.
- Haced una lista de los motivos por los que queréis hacer lo que sea (apuntaros al gimnasio, perder peso, hacer una dieta para los dolores de estómago …).
- No tengáis miedo de los coachs; son personas prácticas que ayudan a alcanzar los objetivos que os marcáis; no son psiquiatras.
- Haced una lista de los puntos negativos que tiene el camino hasta a vuestro objetivo (“no tengo tiempo para comprar o cocinar”, “no sé planificar un menú”, “en casa no me ayudan”, “salimos mucho a comer fuera” , “no me llevo nada para media mañana o media tarde”, “no me convence realizar esta actividad física” …). Después, escribid al lado de cada punto cómo podríais cambiarlo y hacedlo. Escribidlo, dejadlo en un lugar accesible (bolsa, nevera, fondos de pantalla). Comprometeos con vosotros mismos.
- Trabajad siempre buscando, por muy difícil que parezca, la parte positiva de las cosas que no os gustan. Aceptar que todo el mundo tiene cosas buenas y cosas malas hace que nos demos cuenta de que no podemos ser perfectos, que no nos sintamos atacados, y que nos aceptemos tal y como somos porque somos únicos.
- Hablad más, salid más; los amigos son, muchas veces, grandes psicólogos. Pero aprended a no perder el tiempo con los que os roban la energía.
- De vez en cuando, una vez o dos por semana, olvidaros de las normas y disfrutad.
- Haced una lista de aquellos momentos o situaciones en los que aparece la gula (cumpleaños, pelis en el sofá) y buscad alternativas sanas. Para saber más, leed Coaching nutricional. Haced que vuestra dieta funcione.
- No sigáis una dieta que elimine completamente un alimento que os gusta mucho. Aguantaréis unas semanas, como mucho unos meses, hasta que no podáis más y lo dejaréis todo. Incorporad progresivamente hábitos nuevos y alimentos más saludables, sin que os suponga esfuerzos muy grandes.
Si necesitáis perder peso, pedid ayuda: si no hay nadie que os motive ni os ayude cuando no podáis seguir la dieta, si estáis solos todo el día comiéndoos la cabeza, poneros las cosas fáciles:
- no os peséis por la noche ni después de comer;
- preparáros la ropa del gimnasio por la noche, si queréis salir por la mañana, o llevárosla al trabajo;
- no os esperéis a tener hambre;
- dejad de comprar comida basura para tenerla en casa, y, si no lo podéis evitar, pedid que os la escondan;
- ved vídeos motivadores de gente que ha podido conseguirlo.