Si de forma recurrente os aparecen ampollas y llagas en los labios o la comisura de la boca, seguramente formáis parte del 65% de la población que está infectada por el virus del Herpes simplex, el herpes labial. Se trata de una de las infecciones más contagiosas, frecuentes y endémicas de todo el mundo.

Hay dos tipos de virus de herpes: el tipo 1 o VHS-1, que se transmite por contacto con la boca y que provoca el herpes labial y genital, y el tipo-2 o VHS-2, que provoca el herpes genital y que solo se transmite por vía sexual.

Tratamiento herpes labial lisina

¿Qué síntomas genera el herpes labial?

La parte más visible de la infección del herpes son las dolorosas ampollas alrededor de la boca o a la comisura de los labios llenas de un líquido transparente, las llamadas pupas o calenturas. A medida que el brote evoluciona, se rompen y, con el paso de los días, cicatrizan y forman costras. Todo este proceso dura aproximadamente un par de semanas, pero se puede alargar hasta un mes si no tomamos las medidas apropiadas.

Antes de que salgan, la persona infectada suele notar una sensación de hormigueo, picor o ardor en la zona de la boca que la alerta de un nuevo brote. Este es el momento de tomar todas las medidas higiénicas y profilácticas posibles para no contagiar a nadie, puesto que, desde este momento y hasta que se forman las costras, se es altamente contagioso.

En general, el virus del herpes se contrae entre la etapa infantil y adolescente y, una vez infectados, el virus del herpes nos acompañará el resto de la vida. Es, por lo tanto, una infección crónica; hay tratamientos antivirales que ayudan a espaciar los brotes, a disminuir su duración y a mejorar la recuperación de las heridas, pero hasta el momento, no hay ninguna vacuna o antiviral capaz de eliminar el virus del cuerpo.

¿Qué desencadena la aparición de las pupas?

Después del primer brote, que generalmente tiene lugar 15 días después de la infección, el virus se vuelve inactivo y se queda de forma latente en las células del ganglio del nervio trigémino de la cara hasta que, por una bajada de defensas, un periodo de estrés o fatiga, una exposición excesiva al sol o al frío o cambios hormonales, el virus se reactiva y se desencadena otro brote.

La frecuencia de las recidivas varía de una persona a otra según el sistema inmunitario y el estrés. Es muy habitual que las personas infectadas por el virus del herpes sufran un brote después de un resfriado o gripe; justo cuando tienen las defensas más bajas.

La lisina, un gran aliado contra el herpes

La lisina es un componente muy importante para controlar la infección por herpes; es un aminoácido que nos ayuda a controlar los brotes, a reducir su duración y también su recurrencia, puesto que evita que el virus se replique.

Como es un aminoácido esencial, de los que el cuerpo no fabrica, lo tenemos que incorporar a partir de la alimentación. Pero hay un pequeño problema: es muy difícil obtener lisina sin incorporar arginina a la vez, otro aminoácido que se encuentra en casi las mismas fuentes alimentarias, pero que, por el contrario, estimula la actividad y replicación del virus y, por lo tanto, hace aumentar la frecuencia de las crisis.

Para asegurar las cantidades necesarias de lisina sin incrementar también la cantidad de arginina, lo mejor que podemos hacer es recurrir a la suplementación. Si sufrimos un brote, tenemos que tomar 1 gramo diario de lisina y, de forma preventiva, cuando consideremos que tenemos el sistema inmunitario deprimido y que podría ser que nos saliera una pupa, tenemos que tomar entre 5-6 g de lisina.

El complemento de L-lisina con zinc de Raab Vital Food, además de contener lisina de origen natural, incluye zinc, un mineral indispensable para un sistema inmunitario fuerte. La lisina y el zinc son un tándem perfecto para hacer frente al herpes, puesto que evitan que el virus se multiplique y, a la vez, refuerzan el sistema inmunitario, cosa que ayuda a reducir la fuerza, la duración y la recurrencia de la infección.

¿Cómo puedo controlar el virus del herpes con la alimentación?

Para evitar las crisis recurrentes, podemos hacer pequeños ajustes en la dieta: aumentar los alimentos ricos en lisina y disminuir los que son ricos en arginina y potenciar los alimentos ricos en zinc y vitamina C, para reforzar el sistema inmunitario.

  • Incorporar alimentos ricos en lisina
    El atún, el salmón, el queso y los yogures son buenas fuentes de lisina con poca arginina. Son buenas fuentes alimentarias para intentar evitar brotes muy recurrentes.
  • Potenciar alimentos ricos en zinc
    Las mejores fuentes alimentarias de zinc son las ostras, las semillas de calabaza y de sésamo, los quesos curados, las legumbres, los cereales integrales, la carne y el pescado.
  • Potenciar alimentos ricos en vitamina C
    La vitamina C ayuda a formar anticuerpos, lo que mejora la inmunidad. La encontramos en el perejil, los pimientos rojo y verde y en toda la familia de crucíferas (las coles de Bruselas, col rizada, berro, brécol, brócoli, col lombarda, coliflor y col), así como en la papaya, las fresas, el kiwi o las naranjas.
  • Reducir alimentos altos en arginina
    Las semillas de calabaza y sésamo, como también las nueces y las almendras, junto con el pavo, el pollo y la ternera y las legumbres como la soja, los cacahuetes, las lentejas, los garbanzos y los guisantes son alimentos con bastante arginina o con más arginina que lisina y, por lo tanto, si tenemos brotes de herpes a menudo tendríamos que reducir estos alimentos de la dieta.