Un estudio reciente apunta a que la prevalencia del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDHA) en España es del 6,8%. ¿Identificamos más y mejor este trastorno o actualmente existen factores que lo intensifican?
Hay corrientes que defienden que modificar la alimentación y valorar la suplementación nutricional antes de optar por el tratamiento farmacológico debería ser la primera opción, para retrasar así al máximo la administración de medicamentos que, en cuerpos en crecimiento y en fase de desarrollo, pueden tener afectaciones a medio o largo plazo.
5 claves nutricionales para problemas de hiperactividad
Las bases de una alimentación para que niños y adolescentes rindan al máximo, y lleguen a la edad adulta habiendo desarrollado sus máximas posibilidades son las siguientes:
1. Apostar por hidratos de carbono con baja carga glucémica
Se deben evitar todos los alimentos con un índice glucémico elevado y potenciar el consumo de verdura, fruta entera y cereales integrales. Hay que desterrar el azúcar de la dieta.
La fibra de los cereales integrales, así como la pulpa de la fruta y las fibras de las verduras ayudan a atenuar la absorción de azúcar en sangre, lo que evita los picos de energía, que generan estados de hiperactividad. Estos excesos de energía van siempre seguidos de una gran bajada y provocan estados de inapetencia y cansancio.
Si comemos alimentos ricos en azúcares de absorción rápida y después nos sentamos en una clase u oficina donde se nos pide estar quietos, concentrados y en calma, la frustración puede generarnos irritabilidad y cambios de humor bruscos, al igual que, si en el punto mínimo de energía, nos exigen mucha vitalidad o actividad física.
Este proceso de desconexión con la energía vital y las demandas de actividad de forma continuada, en personas con predisposición, puede llevar a ansiedad, frustración y a desequilibrar los impulsos; en niños se visibiliza en rabietas o impulsividad, por ejemplo, y en adultos se puede visibilizar con problemas de atención, de memoria, una mala gestión del tiempo o desorganización, entre otros. Todo ello afectará a las relaciones sociales y dificultará la integración en el ámbito escolar, laboral o social.
2. Potenciar la proteína de calidad
Debemos potenciar el consumo de proteínas de alto valor nutricional como carnes, pescados, huevos y legumbres, que aportan la proteína necesaria para un buen desarrollo muscular y cerebral.
Una de las funciones de las proteínas es regular la actividad de hormonas y neurotransmisores. En niños, adolescentes y adultos con trastornos de la conducta, los niveles de serotonina, dopamina y noradrenalina –los neurotransmisores que favorecen las respuestas cognitivas adecuadas y el control de impulsos de la persona– pueden estar desequilibrados. Aportar sus precursores con la dieta permite recuperar y equilibrar los niveles y mejorar los síntomas.
3. Omega-3, el gran aliado
Los ácidos grasos omega-3 son vitales para el funcionamiento óptimo del sistema nervioso. El cuerpo no lo puede fabricar y por eso debemos incluirlo en la dieta.
Existen distintos tipos de omega-3: el terrestre o ALA, que proviene de fuentes vegetales como el lino, la chía o las nueces; y el omega-3 marino, EPA y DHA, que principalmente se encuentra en los pescados azules como el atún, el salmón, la sardina o la caballa.
Un 10% del ALA consumido se puede convertir en EPA, pero menos del 1% se convierte en DHA. En las dietas actuales, pobres en general en pescado azul, es muy habitual no llegar a los niveles óptimos de DHA, lo que incide en las funciones neurológicas y sobre el sistema nervioso.
Si no tenemos claro que llegamos a los niveles mínimos de DHA, debemos valorar la suplementación, en especial en niños y adultos con problemas de conducta y de relaciones sociales. Los laboratorios Nua ofrecen un producto, NuaDHA®, con DHA marino, que asegura los niveles óptimos para un buen desarrollo.
4. Vitaminas del grupo B, vitales para una buena salud del sistema nervioso
Potenciar los alimentos con vitaminas del grupo B y los minerales magnesio y cobre:
- Vitaminas del grupo B. Contribuyen al normal funcionamiento del sistema nervioso, así como a una función psicológica normal.
- Vitamina C. Participa en la síntesis de neurotransmisores como adrenalina, noradrenalina, dopamina y serotonina.
- Magnesio. Es un relajante neuromuscular muy importante. Actualmente, con agricultura intensiva y el agotamiento de los suelos, las verduras son pobres en magnesio. Por esto, consumir productos ecológicos procedentes de pequeños agricultores locales con rotación de cultivos asegura niveles óptimos de este mineral a través de las verduras.
- Cobre. Contribuye al funcionamiento normal del sistema nervioso ya que interviene en la formación del neurotransmisor noradrenalina.
5. Evitar productos procesados y todos los que sean ricos en sal, azúcar y harinas refinadas
Evitar los alimentos procesados, así como conservantes, azúcar o aditivos artificiales, y seguir una dieta equilibrada con alimentos frescos supone una mejora evidente en el día a día de los niños con TDHA y problemas conductuales.
Para ayudar al desarrollo intelectual y cognitivo, junto con el cambio de dieta debemos valorar la suplementación con las vitaminas y los minerales óptimos para crear un ambiente cerebral equilibrado y estable.
Los laboratorios Nua presentan su producto NuaEquizenter®, que contiene catorce ingredientes; vitaminas del grupo B, zinc y cobre, que de forma sinérgica ofrecen un gran soporte para niños, adolescentes y adultos que necesitan una ayuda para estar más equilibrados y centrados.
Buenos días, mi hijo con TDH fue medicado y desde entonces tiene alteraciones del sueño y esta mal, que puedo hacer, gracias