Se estima que un 20% de la población adulta padece intolerancia a la fructosa en algún grado. Se trata de una incapacidad para digerir y absorber este azúcar en el intestino delgado, que pasa tal cual al colon, donde es fermentado por las bacterias, lo que provoca gases y diarrea.
Los enterocitos, que son las células del intestino, tienen diversas funciones, como actuar como barrera de protección y participar en la digestión. Estas células liberan enzimas que descomponen las sustancias más complejas en otras más simples, y también expresan transportadores, que son los que se ocupan de que estas sustancias o nutrientes atraviesen la barrera intestinal.
Intolerancia a la fructosa y sobrecrecimiento bacteriano (SIBO)
La intolerancia a la fructosa suele convivir con un sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO). De hecho, cuando hay SIBO, al dañarse e inflamarse la mucosa intestinal, esta no consigue realizar sus funciones correctamente, lo que en muchos casos genera otras intolerancias, a la histamina o a la lactosa, por ejemplo. El resultado va mucho más allá de las molestias digestivas, ya que genera deficiencias nutricionales y afecta asimismo a los sistemas inmunitario y neuroendocrino.
La dieta baja en FODMAP es un protocolo que restringe la ingesta de determinados azúcares de cadena corta, como la fructosa, y que ha demostrado buenos resultados para controlar el SIBO. Existen diversas listas de alimentos bajos en este tipo de azúcares que sirven de guía. Luego, la realidad es que cada persona debería adaptarlas a su realidad. De forma general, deberían dejarse de lado aquellas frutas con mayor contenido en fructosa, como la manzana, la pera, las cerezas o el melocotón, pero también algunas verduras como la cebolla, el ajo, el pimiento, las alcachofas, las coles y, por descontado, el azúcar, la miel, melazas, jarabes, lactosa y edulcorantes tipo sorbitol o xilitol.
Entre los alimentos permitidos, se encuentran, en principio, los que tienen menos fructosa, como el plátano, algunos cítricos, las granadas, la piña, los frutos del bosque, el calabacín, la zanahoria o la patata. Las listas, como dijimos, no son exactas y dependen, principalmente, del nivel de sensibilidad. Como la sintomatología es muy inmediata, es bastante fácil detectar cuáles son las frutas y verduras que conviene dejar de lado y cuáles se pueden seguir tomando. Si se necesita endulzar, la mejor alternativa son las hojas de estevia.
Lo complejo de esta dieta es que deja de lado alimentos que son saludables, como la mayoría de las frutas, verduras y algunas legumbres, pero, como dice el psiconeuroinmunólogo Xevi Verdaguer, este tipo de alimentación no debería prolongarse demasiado en el tiempo.
Para volver a tomar fructosa, primero hay que reparar el intestino
Xevi Verdaguer explica que, quienes padecen este desajuste, no deberían renunciar a la fructosa para siempre. Dado que el problema se encuentra ubicado en el intestino delgado, lo que debería hacerse es, efectivamente, limitar el contacto con este tipo de azúcar al mismo tiempo que se repara el intestino.
Si recuperamos la mucosa intestinal y la microbiota, también estaremos recuperando la actividad enzimática y los transportadores y, por tanto, la capacidad para metabolizar la fructosa. Esto lleva tiempo y requiere, además, una alimentación y hábitos que favorezcan un proceso antiinflamatorio y reparador de las paredes del lumen del intestino.
Así, hay limitar también otras sustancias proinflamatorias como el gluten y optar por alimentos ricos en omega-3, como los pescados azules pequeños, semillas de lino y chía, especias como la cúrcuma y la pimienta, aceite de coco, caldos de huesos, e incluso plantearnos, con la ayuda de un terapeuta, algún suplemento para reparar la mucosa.
También puede resultar útil utilizar algunas plantas que tienen efecto antibiótico, pues controlarán el sobrecrecimiento bacteriano que posiblemente esté conviviendo con la intolerancia a la fructosa. El orégano o la menta, por ejemplo, tienen acción antiséptica y pueden apoyar el proceso de limpieza para reducir la disbiosis.
La reintroducción, un proceso que requiere paciencia
Pasado un tiempo, cuando la sintomatología ceda, se pueden ir reintroduciendo uno a uno los alimentos que antes sentaban mal (o que se sospechaba que sentaban mal). Hay que tener mucha paciencia, pero, según cuenta Verdaguer, hay que proponerse volver a tomar estos alimentos una vez que el intestino funcione correctamente.