Ya queda cada vez menos para las tan ansiadas vacaciones y para poder disfrutar del relax, visitar lugares nuevos o volver a los de siempre, sentir la arena bajo los pies, bañarnos en aguas cristalinas, ver peces de colores y pasarnos horas achicharrándonos bajo el sol. Pero ¿lo de achicharrarse es una buena idea?
Hemos escuchado mil veces que el sol es malo, que nos puede traer problemas serios, como melanomas, y que no debemos ir a la playa entre las 12 y las 3 del mediodía. Pero aun así las playas siguen llenas, la gente sigue sin protegerse la piel o se la protege en exceso (esos típicos cuerpos embadurnados de crema que parecen sacados de una peli de terror) y se siguen viendo personas achicharradas por todos lados. Y, sinceramente, ni el embadurnamiento ni el achicharramiento son buenos para la piel (por muy morena que pase a ser al cabo de unos días; de verdad).
La importancia del sol
El sol puede ser peligroso, pero también resulta imprescindible para disfrutar de un estado saludable. Nos ayuda a sintetizar la vitamina D, a tener una buena salud ósea (ya que es fundamental para fijar el calcio en los huesos) y a mejorar el estado de ánimo, entre otros beneficios. Por ello es importante saber cómo beneficiarnos de él, pero también cómo debemos protegernos para no sentir su impacto negativo, ya que una exposición prolongada, sobre todo durante las horas de mayor intensidad, puede resultar perjudicial.
Muchos de nosotros creemos que aplicando un factor de protección elevada ya estamos haciendo más que suficiente por nuestro cuerpo. El problema llega cuando comenzamos a ser conscientes de la composición de lo que estamos utilizando y de las consecuencias que puede generar a nivel medioambiental.
Los filtros solares y su impacto sobre cuerpo y medioambiente
En el mercado encontramos dos tipos de filtros solares: los filtros bioquímicos y los filtros minerales.
Los primeros son los que se utilizan en las cremas solares convencionales (no admitidos en la cosmética ecológica). Estos filtros actúan de modo que convierten los rayos UV en energía térmica. Este tipo de filtros requieren de un tiempo de interacción con la piel para poder ser absorbidos y generar efecto protector. Eso significa que es necesario aplicarlos sobre la piel unos 20-30 minutos antes de la exposición. El problema principal es que, según diversos estudios, pueden actuar como disruptores endocrinos e interferir en el sistema hormonal, causar alergias (sobre todo por el uso de fragancias artificiales que pueden irritar la piel) y contaminar el medio ambiente, nuestra salud y los océanos debido a su excesivo uso en las playas (resultan muy perjudiciales, entre otras cosas, para los arrecifes de coral).
Por otro lado, encontramos los filtros minerales o físicos. En este caso se suelen utilizar el óxido de zinc y el dióxido de titanio. Tienen un efecto físico, es decir, no penetran en la piel; de modo que tal cual se aplican ya tienen un efecto protector. Lo consiguen reflejando la luz solar antes de que llegue a la piel y así impiden que los rayos UVA/UVB penetren en el cuerpo. Además, la piel los tolera bien, son resistentes al agua, permanecen estables ante la luz y el calor y no contaminan el medio acuático. Los encontramos en las cremas solares ecológicas y, además, tienen otros beneficios como el uso de extractos y aromas naturales y el hecho de no contener colorantes o perfumes sintéticos.
Proteger la piel sin olvidarnos del medioambiente
Por suerte, verano tras verano, el número de marcas que prescinde de filtros bioquímicos y busca alternativas más saludables va en aumento. Los protectores solares Alga Maris de los Laboratoires Biarritz es una de nuestras marcas de referencia en cuanto a protección solar natural se refiere. Esta marca utiliza filtros 100% minerales y prescinde del uso de nanopartículas (partículas microscópicas que pueden producir un elevado grado de toxicidad y posterior intervención en funciones vitales) o cualquier tóxico que pueda perjudicar el medio marino. Además, todos sus productos están certificados por los avales Ecocert y CosmeBio, lo que garantiza que ninguno de los ingredientes que llevan contiene componentes químicos o perjudiciales para la salud.
Además, los protectores solares Alga Maris utilizan como base en todos sus productos el extracto patentado de Alga-Gorria, una macroalga roja típica de las costas del país vasco que se obtiene cada otoño y que tiene un principio activo con poder antioxidante (hasta cinco veces más que la vitamina C), con lo que protege, así, las estructuras celulares de los ataques de los radicales libres.
Los filtros que utilizan son los que se usan de forma más habitual en la cosmética ecológica y que ya hemos mencionado antes: el dióxido de titanio y el óxido de zinc. Además, no dejan rastro en blanco y se extienden fácilmente.
Entre su amplia gama de productos destacan la crema facial SPF50, con un factor de protección muy alto, que protege frente a los rayos del sol e hidrata las zonas más delicadas como la cara y el cuello gracias al Aloe vera y a la glicerina bio. Además, a diferencia de otras marcas no irrita los ojos.
La crema solar de niños SPF50+ está disponible en 2 formatos: 50 y 100 ml. Tiene una protección muy elevada para proteger la delicada piel de los más pequeños de la casa y está indicada para cara y cuerpo. Con una fórmula sin perfume, lleva karité y aceite de coco bio para nutrir y proteger aún más; y no irrita los ojos.
El espray solar de cara y cuerpo SPF30 y SPF50+ es ideal para proteger todas las zonas del cuerpo. Además, utiliza aceite de coco, de propiedades hidratantes, es resistente al agua y no irrita los ojos. Viene en formato espray y tiene una textura ligera que facilita su aplicación.
También disponen de cremas faciales con color, en un tono más claro y un tono más oscuro para adaptarse a todos los tipos de piel y con un factor de protección SPF30.
Además, encontramos productos indicados para cuidar y proteger las zonas más delicadas como labios, nuca o cicatrices: barra solar de fácil aplicación y con factor de protección muy alto (SPF50). También está disponible con color.
Para después de la exposición del sol, encontramos un aceite de monoï indicado para nutrir en profundidad el cabello y la piel, o un fluido ideal para que la piel se recupere.
En definitiva, mi consejo es que intentéis tomar el sol cada día entre 20 y 30 minutos sin protección solar en horas en las que el sol no pegue muy fuerte. Así ayudaréis al cuerpo a asimilar la vitamina D. Pero hacedlo de forma gradual para que éste se vaya adaptando al cambio. No vale pasarse un año entero como si fuerais ermitaños, salir de la cueva de color tiza y exponeros al sol tres horas seguidas. Eso sí, una vez pasado este periodo de tiempo, utilizad un protector solar en el que podáis confiar, que cuide la piel y que proteja el medioambiente, ya que cuidarlo implica cuidarnos a nosotros.