Las sopas son una importante fuente de hidratación durante esta época del año. Todas las versiones que se os ocurran son buenas: con verduras, con legumbres, con algas, con miso, etc. Es un primer plato fácil de preparar y pueden llevar un gran abanico de ingredientes.
Las sopas son una especialidad culinaria muy antigua. Su origen se encuentra en la necesidad de ablandar los alimentos de consistencia más dura y difíciles de masticar, puesto que, con la ayuda de agua hirviendo, se consigue favorecer la digestión y la asimilación de los alimentos, y toda la mezcla da, además, un aroma y un sabor especial al agua de cocción. Al agua calentada con piedras calientes se añadían hierbas, semillas, huesos, carne o pescado, que se colocaban en un agujero en tierra revestido con hojas. Este caldo evolucionó gracias al uso de recipientes de metal y de cerámica. Y ya en la Edad Media, el pan era un ingrediente importante porque se usaba como sustituto de la cuchara actual. Pero no es hasta el Renacimiento que la sopa toma el sentido que tiene hoy en día como propuesta de primer plato.
Una sopa para cada situación
De sopas podemos hacer de muchos tipos, con carne, con pescado, con verduras, etc. Ahora bien, hemos preguntado a nuestros expertos qué sopa recomiendan en función de cada momento.
Para los mocos, el Dr. Miquel Pros recomienda una sopa para ayudar a drenarlos: la sopa de ajo. Para hacerla necesitamos dos litros de agua de buena calidad, cinco o seis dientes de ajo, una o dos ramas de tomillo, sal al gusto, pan integral seco (hay que guardar el pan seco en una bolsa de tela para evitar que se ponga mohoso), un huevo por persona (opcional) y de dos a cuatro cucharadas grandes de aceite de oliva de buena calidad. En una olla ponemos el agua con los ajos cortaditos, las ramas de tomillo, la sal y el aceite. Lo hacemos hervir a fuego lento y lo dejamos hirviendo durante quince o veinte minutos. Cortamos el pan a rebanadas muy finas, que pondremos en el fondo del plato sopero. Por encima servimos la sopa de ajo y, si se quiere, se añade un huevo crudo. También se puede hacer lo mismo con dos cebollas grandes o cuatro cebollas tiernas, en lugar de los ajos. El tomillo es desinfectante y da un aroma diferente a la sopa. Y se tiene que tomar muy caliente.
¡Una fuente de beneficios!
Las sopas calientan e hidratan el cuerpo, aportan agua y son una ayuda para eliminar toxinas. Los nutrientes esenciales se conservan tanto en las verduras como en el agua de la cocción que después tomaremos. La densidad calórica de las sopas es baja y tiene un efecto saciante que hace que sea una gran aliada si se busca mantener peso.
Para la época de invierno, Olga Cuevas nos recomienda la sopa de tomillo y el caldo digestivo que podéis encontrar en su libro de Tratamientos naturales al alcance de todos. Para hacer la sopa de tomillo necesitamos un litro de agua de buena calidad, cuatro cucharadas soperas de tomillo, una cebolla grande cortada a cuadraditos, dos dientes de ajo, una rebanada de pan integral tostado por persona, una cucharada sopera de aceite y una cucharada sopera de tamari. Para hacerla, ponemos el agua al fuego, y cuando hierva añadimos el tomillo y lo hervimos durante cinco minutos. Mientras reposa, rehogamos la cebolla con un poco de aceite, y cuando esté muy dorada añadimos la infusión de tomillo y el tamari. Colocamos en el fondo de cada plato una rebanada de pan que previamente habremos frotado con un diente de ajo. Servimos encima la sopa muy caliente. Con respecto al caldo digestivo, muy indicado para la época de frío, necesitamos una cebolla, una zanahoria, un nabo, media manzana, diez centímetros de alga kombu, diez de alga wakame, tres rodajas de jengibre, y hatcho miso. Colocamos en un litro de agua fría la cebolla, la zanahoria, el nabo, media manzana con piel, las algas, y el jengibre, todo cortado pequeño. Lo hacemos hervir durante treinta minutos a fuego lento. Rellenamos una taza de caldo (colado o sin colar) y disolvemos una cucharadita rasa de miso. Se tiene que tomar caliente.
Si queremos una sopa antienvejecimiento, la Dra. Glòria Sabater, nos propone una muy sencilla, rica en proteína de buena calidad y baja en calorías: un caldo con trocitos de pescado, que pueden ser gambas o rape, por ejemplo. Con una medida de polvo de proteína de guisante (así estaríamos añadiendo unos 16,8 g aproximadamente de proteína, además de conseguir una buena fuente de fósforo, zinc y hierro) o una medida de altramuz en polvo (así estaríamos añadiendo 12 g de proteína y 7,8 g de fibra, además de fósforo, zinc, magnesio, hierro, calcio, vitamina E y vitamina B1 y vitaminas B2, B6 y ácido fólico). Y también se podría añadir una medida de polvo de semillas de cáñamo, que aportaría una gran riqueza de ácidos grasos omega-3 y omega-6. Esta misma receta se puede hacer con un caldo de verduras y trocitos de verduras, que favorecería el aporte de fibra. Además, nos comenta que “podríamos hacer la variante «anticancerígena», que significa añadir a estas sopas una medida de polvo de brócoli, puesto que tiene un 4% de glucosinolados, sustancias que entran en contacto con la enzima mirosinasa, que se libera durante el proceso de masticación o por acción de la flora intestinal y se transforma en componentes bioactivos como los isotiocianatos y sulforafano, con conocidos efectos anticancerígenos. Las temperaturas altas de cocción inactivan la acción de la mirosinasa, así que no conviene añadir este polvo durante la cocción de las sopas o caldo, sino que es mejor hacerlo después de retirar la olla del fuego”.
Si queremos ayudar a equilibrar el pH ácido, la nutricionista Blanca Galofré nos propone una sopa alcalinizante, puesto que tener un pH equilibrado es la base de una buena salud. Los ingredientes son un litro y medio de agua de buena calidad, una patata pequeña, una rama de apio, medio nabo, dos granos de ajo. Troceamos los ingredientes anteriores muy pequeños y lo ponemos todo a hervir con una cucharada sopera de piñones, un chorrito de aceite de sésamo y unos granos de sal marina. Pasados cinco minutos añadimos una tacita de arroz muy lavado y tres cm de alga wakame previamente hidratada y troceada muy pequeña (tiramos el agua de la hidratación). Lo hervimos todo durante veinte minutos y ya está, la sopa tiene que quedar más bien clarita; si no, añadimos más agua o menos verdura la siguiente vez. No la congelamos ni la conservamos más de tres días en la nevera. Recomienda tomar una taza antes de comer y otra antes de cenar.